lunes, 31 de agosto de 2015

Amor, qué bellos son tus ojos

Amor, qué bellos son tus ojos. Cómo me miro nuevamente en esas lágrimas que el deseo derramó, que un día fueron mías y olvidé.
Cómo te necesito en mi mirada, cómo entre las rosas encontré aquellas que te di y se marchitaron.
Ahora las rosas se mueven en tus párpados, tu hermosura me lleva hacia la mía, y mientras transcurren las dunas en mis manos te doy mis caricias ensoñadas, te doy lo que se me oculta entre las ingles, y que es tuyo.
Guardaré las cenizas de mi Fénix. Serán para ti, para que me recuerdes cómo soy cuando me muero, y muerta me ames más, como si mi cadáver pudiera envolverse entre amapolas y resucitar con las estrellas.
Amor, en mis estancias veo cómo me amaneces, cómo vivo otra vez entre los soles, cómo las lunas iluminan la sangre que desnudan, cómo me deslizo nuevamente por tus labios y con el roce el primer beso se me aparece como si nunca me hubiese ido.

Qué estepas tan tupidas se lleva el tiempo

Amor, qué estepas tan tupidas se lleva el tiempo y es como si no hubiesen existido. Es pronto y sé que aún están ahí, y también sé que al disiparse volverán a la nada en que nacieron, cuando se reflejaron en una distancia abrasadora, y al morir se convirtieron en puro polvo desechado.
Amor, estás aquí. Ahora mismo te enciendes en mis pechos, ahora mismo te vienes a mis ingles, y sé que me follarás una y mil veces como si en mí encontraras a tu madre, y quisieses ser Edipo y como Edipo retornar al vientre en que naciste.
En mi deseo hay un aquelarre. Transito por todos los tonos del negro. Mi sangre subsiste en las excavaciones, camina entre la oscuridad como si las profundidades me llevaran y soltasen.
Abro la puerta, abro las ventanas. Rompo los cristales, me los como, y se quedan en mí, para construir el espejo dónde ver cómo son tus ojos.
Amor, vendrá el amanecernos nuevamente. Vendrá el corazón latiendo. Se morirán las bestias, las que roen los pensamientos en instantes negros.

Vendrán los hielos y lo sé

Amor, me estremecí. Vendrán los hielos y lo sé, y entre esas bocas congeladas encontraré tus besos perdidos en mi cuerpo.
Me estremecí porque la luz que la nieve reflejaba entró en tus ojos, y entre las imágenes vencidas intuí que la hierba que tocabas era yo, y que en mí se sucedían los relojes, y en ti se detenían.
Amor, qué suburbios habité, a dónde fui que las cruces se rompían, entre los labios entreabiertos vi cómo la luz se enajenaba, cómo se iba y supliqué.
Me escuchaste y me dijiste que volviera a escalar entre los árboles, y en el árbol más alto donde el ángel puso sus alas de pájaro, donde su sangre anidó entre las ramas, allí volverías con los ojos más azules que el viento permitiese, con esa escarcha que inunda todo el suelo, su lava y su consciencia.
Hay unas flores que nacen con la nieve, son tan blancas como el cielo cuando nieva, son tan blancas como la niebla suspendida.
Nacen de lo más profundo de mis ingles y con ellas te doy mi alma y mi presencia.

Me diste el mundo

Amor, me diste el mundo. Recogí ese polvo de la estrella que caía. Lo llevé para guardarlo en un baúl, para que en el fondo del baúl te lo encontrases y brillaras más que el cielo.
Amor, qué caminos recorrí semidesnuda, qué aguas visité y qué lágrimas me salieron de los ojos pensando que te ibas, que te ibas por ese mismo camino en que yo veía desaparecer el alma, como si tú te la llevases, como si mi alma fuera tuya y así me abandonara.
Guardé el polvo de la estrella para ti, para abrir un brocal en esta tierra, para abrirlo y sumergirme en el agua que brotase, para que el agua me cubriera todo el cuerpo, y así tapar la desnudez que se significa en la profundidad del pozo.
Amor, me diste la lluvia y yo te doy el agua subterránea, la que da larvas y serpientes, allí donde nacen las crisálidas dormidas, donde las mariposas ascienden en un ruego.
Qué latidos más intensos cuando llueve, cuando se mezcla el agua con la tierra, cuando el barro se resume en ese Golem tenebroso y redentor.

lunes, 24 de agosto de 2015

Ves este septiembre

Amor, ves este septiembre que está a punto de nacer. Este septiembre que marca el día en que nací, con esa luz que va menguando y que poquito a poco se retira.
Amor, nací en tus ingles y a ellas vuelvo con el ansia de la lava por quemarse, por arrancar la hierba y esperar a ser nuevamente roca.
Vuelvo a ser un palpitar de estrellas, vuelvo a sentir el corazón y el recorrido de ese mismo corazón en los andenes de la ausencia.
En la imposibilidad hay un matiz de fuego negro, de fuego que se ahuyenta de sí mismo, que acontece entre la leña, en las fogatas de la desesperación.
Pero yo nunca desespero. Te sé y sólo eso me concierne, así todo transcurre en el sabiendo, así todo es escarcha renacida, flores que no puedes vulnerar porque no sabes que te escribo y que te amo.
Y ese fuego negro que humea desde el cielo me trae los azules más añiles de tus ojos, del dorado de tus cejas, de tus pestañas rubias, del vello que te nace dentro de las ingles y que se queda en mi boca.

Estoy aquí

Amor, estoy aquí. Nunca me he ido. En el fondo siempre me latiste, siempre me palpitó el deseo con tu nombre. Me llevaste al cielo y yo me fui, deslumbrada por los versos.
Amor que en ti te nombras, que fluyes aire entre ese fuego que no cesó de arder, te ofrezco ese umbral en que amanecen los cuerpos suspendidos.
Amor, entre tus piernas me encontré. Allí supe quién era. Y al perderme entre montañas te perdí, y mi llanto fue un llanto entre malezas, lloré rastrojos, lloré ortigas y veneno, lloré la sangre que el Cristo derramó, y en el silencio supe que extraviada, volvería.
Amor, dónde puse las flores para ti, mis nazarenas, las flores del sudario que renacieron tres días después de la hecatombe.
Amor, si el deseo es la vehemencia de estos versos, mi deseo por ti es inenarrable, y saber que jamás se cumplirá lo aumenta y lo engrandece.
Amor, mi alma vuelve a alimentarse con el semen que te encierra.

Viniste a casa

Amor, viniste a casa. Te tendiste en el lecho de romero, me miraste, en tus ojos vi cómo era el cielo y en tu rastro de estrellas encontré mis propios ojos.
Amor, amanecí con la sangre entre las manos, con las heridas abiertas en el cuerpo, con el amor sobrepasando los lugares, con el deseo brutal de acontecer entre tus piernas.
Amor, ¿qué son esos latidos que me hierven? ¿Qué son esos ocasos que esperan a anochecer a que llegues a mis brazos?
Amor, te amé como una hiedra sin raíces, te amé con el soplo de un tifón que se calmase al llegar a tus labios renacidos, te amé como la lluvia, como si el agua fuera yo, y mi yo líquido te alzase y te llevara al mismo pulso de las águilas.
No quisiste estar conmigo. Te llamé una y mil veces. Me escondí. Me oculté a la luna. La desangré. Y en esa sangre que caía de mis muslos había un mensaje para ti, un mensaje hecho de mar de luna inhabitable, como si yo nadara en esos mares blancos y tú enmudecieras.

viernes, 21 de agosto de 2015

Cuándo las crisálidas dejen de girar

Amor, cuándo las crisálidas dejen de girar, la luna cese con su luz, el sol lleve su carga de zapatos, entonces ya no te querré, y seré tan solo un cadáver harapiento, trastocado por el mar de los lugares, de esas playas que son sin ser nada más que playas.
Amor, en que arenas me tendí sin saber que te esperaba, que olas vinieron junto a mi, me pisaron los pies y me fluyeron como fluyen esas noches en que sueño con los astros.
Me acerqué a las estrellas y las vi. Esplendían, y la oscuridad rendía su homenaje a la luz que la evitaba, y aún era más oscura por estar iluminada.
Ése es mi reino, amor, ése es mi reino. Es majestuoso, como son los tonos de la tundra, y en Laponia sacan los trineos con los huskys. Así la piel resiste el hielo, así la nieve es un hogar para nosotros.
Aquí la nieve es más lejana, evita la costa y la mantiene al nivel de un mar caliente, el Mare Nostrum, y en mí veo cómo las montañas se elevan con sus picos y se llevan la nieve de sus cimas y la vomitan entre rescoldos de fuego.

Tu cuerpo me ha mirado

Tu cuerpo me ha mirado. He acontecido junto a ti, y me he ido lejos a buscarte.
Amor, subes por el risco hacia los cielos, subes, y detienes tu color entre el naufragio de esa barca que quiso llegar hasta la ausencia y se quedó varada entre las rocas.
Amor, cuando esté desvalida me vendrás, y yo seré como esas sombras que antes fueron luz. Querré que me acaricies, querré tus besos, te querré a ti, y a la vez te dejaré ir a donde quieras.
No deseo poseerte. Libre como el león eres más bello. Y me quiero también libre, como el águila que sobrevive en mí y que anhela el vuelo.
Amor, ¿querrás volar prendido en mí? El espejismo nos espera para revelarnos su verdad iluminada, para dejar de ser lo que es y convertirse en un misterio que sólo tú y yo sabremos, en su alumbramiento y su pureza. Los ojos del espejismo nos dirán cuánta de su luz llega a ser milésima de rayo solar y de luna nueva.

jueves, 20 de agosto de 2015

He mirado, amor, por esos mares que se unen a la tierra. He mirado por las tierras que están separadas por los mares, y sé de ese océano gigantesco.
Amor, en ti me miro. Sólo en ti. Me sabe esa comida que compartes, ese paisaje se me hace conocido, como si mi alma volase junto a ti y lo contemplara.
Sé que miras alrededor de los lugares, y en mi lugar tienes una silla y una cama, un lecho con flores y con sueños, una amplitud que se sabe vehemente, y un cristal apasionado.
La senda que lleva hasta tu casa es más lisa que la piedra que amanece, y en ese vestigio desnudo coleccionas mi piel que está desnuda junto a ti, como si te la pudieses quedar, como si yo pudiese prestarte mis pecas y lunares.
Amor, hay un cielo que es el mismo en todas partes, que amanece en distintas madrugadas, y se bebe la luna. El blanco lunar se posa en la espuma de ese océano inmenso y palpitante, que se ocurre entre el amor y su destino.
Amor, ha venido el viento, se ha llevado el gris a las montañas, renace el azul y se desperdiga entre las nubes. El otoño llegó y en este frío, en este clima que es antes del ahora, subyace la nieve y su fuego interior y melancólico.
Hay una brisa en el aire que acontece al estremecerse este agosto extraño. Parece que el verano trae la nostalgia, y en mi sueño abandono los metales e intento subir por la escalera. Busco tus pies y tu mirada. No te veo pero sé que estás, y estando eres, y mi corazón se quita del asfalto y se cubre con las hiedras.
Amor, qué distancias tiene el tiempo, cómo ocurre en los relojes, cómo sobreviene la palabra, y en el silencio en el que llega el amor, es una nube que palpitara con el cielo y que con la lluvia amaneciera.
Amor, si conocieses las flores que guardo para ti, las que nacieron en mis pechos al lado de la sangre.
Cuando las veas sabrás que han crecido con el agua que hay en mi pensamiento. Me das ese agua y yo te doy el curso más hondo de su cauce, y en esos pétalos diminutos del mañana crece la isla donde el mar camina palpitando.

El desván se abre

Amor, el desván se abre y entran los olores que quedaron escondidos, una lumbre extendida por el suelo, que marca la duración de los relojes.
No estás, y no hay olvido. Mi corazón es sólido, como el tiempo.
Hay lugares donde la sombra escapa. Es el lugar del amor, donde se inicia, donde las flores brotan en la escarcha, donde la sangre nos sobrevuela como un cóndor.
Amor, estás allí, y tus palabras me vibran en las ingles, en esta carne ya madura, entre mis pechos donde llueve, entre los pétalos que nacen de tu cuerpo.
Busco el cenit que tú me das, el arroyo donde el agua es dedalera, nenúfares abiertos y potentes.
Hay una fuerza que se oculta en ti, que deja un rastro en mi cuerpo, y sus matices son azules, como cristales donde se miran las violetas.
En ti veo cómo se diluye el mediodía, cómo se acrecienta la mirada interior sobre la noche, e imagino que llegas desde el alba y en alba permaneces

El día es gris

El día es gris, como mis ojos. Se me vuelven grises por la ausencia. Gris el cielo y gris la lluvia. Grises las aceras y el asfalto. Hasta el autobús es gris, como mis ojos.
Sólo el amor que me transforma el gris que habita en el instante en un largo momento de esmeralda, éste en que las hojas me devuelven a tus ojos.
Amor, las eternas gotas en la ventana eterna son reales, vibran con el paso de este bus hacia la nada, y en la nada encontrarán este deseo de ser lluvia, de ser las misma palabras que te escribo, de ser yo misma ese amor que se mantiene, y en tu regreso te diré lo mismo que te digo, con el mismo amor que ahora llueve desde el cielo.
Este agua que es común a todas partes y que a la vez es también distinta. No es igual en tu valle que en mi barrio, no es igual en tu verde que en esta carretera transitada, llena de señales y de coches, llena de cemento y de ladrillo.
Pero tras las baldosas hay la tierra, la tierra desnuda que pisamos y vivimos, que nos ama.

lunes, 17 de agosto de 2015

Hay un beso en mi boca para ti

Amor, hay un beso en mi boca para ti, para cuando lo quieras recoger, como las margaritas que me crecen en los labios.
Si digo mar quiero decir amor, si digo estrella y luz quiero decir tus ojos, si digo pájaro nombro las alas que un día me llevarán al paraíso donde vives.
Hablo en palabras como si Dios tecleara mis poemas, como si un daimon me dictase, como si el símbolo se encarnara en ti, en mí, como si las lechuzas durmiesen por la noche y los murciélagos me dejasen desangrar entre las lágrimas.
Del Hades vienen las oscuridades más intensas, las que a sí mismas se sobreviven en el tiempo. El Hades nos habita el corazón, que necesita la negrura para conocer el cielo.
Qué intenso es el matiz del caos donde las cosas son sólo cosas, donde el mito se construye a partir de esas constelaciones donde el fin se enquista como ese lugar a donde nadie llega.
Amor, qué soledad vive en el vacío donde todo se posa y calla.

La oscuridad

La oscuridad
se ha vuelto blanca
de tu silencio.

Por tu mirada
los ojos ciñen
el pensamiento.

Llegan las lágrimas,
las soledades,
y los misterios.

De la penumbra

De la penumbra
llega el rescoldo,
la misma lluvia.

Las azucenas

Las azucenas
nos dan su flor,
y los claveles.

Las amapolas
lloran en rojo,
y los cerezos.

El amor viene,
como también
viene la muerte.

Hay un desierto

Amor, hay un desierto, una arena que brilla en soledad, una llama que en su pálpito busca el insomnio de soñarte, de poseer el misterio que anida en los frutos.
Amor, qué misterio esconde el agua al derramarse las flores en el valle, cuando la noche perece en los umbrales de la lluvia renacida.
Cómo se visten los sueños, qué faldas se ponen, qué camisas, cómo las huellas de los amaneceres quedan en la ropa.
Tú me vienes con el alba, con olores de claveles, con el aroma del espliego que se desprende en los balcones, ese campo que se abre ante mí, ese aire, ese buscar en los recuerdos una parte de tu sombra, encontrarme con tus ojos en mis labios como si tu mirada me besase y la mía te besara, como si a través de nuestros ojos pudiéramos ver el resurgir de la mañana, ese sol que tiembla en su propio temblor, en su propio frío, una nieve ardorosa que cae en el mes de agosto, al aparecer las manzanas en el árbol.

domingo, 16 de agosto de 2015

Hay un cuento muy hermoso de Óscar Wilde

Hay un cuento muy hermoso de Óscar Wilde. Es el cuento en que un hombre va a buscar al cementerio el bronce que utilizó para el entierro de su Amada, con el que construyó una figura para conmemorar el dolor que puebla la vida, porque necesitaba esculpir la alegría que puebla el instante y no había ya má bronce en el mundo.
La verdad es que el cuento de Wilde tiene una profundidad maravillosa. Y evidente. Keats decía que la vida no era un valle de lágrimas - y no lo es - sino un camino donde hacer el alma, o sea, donde construirse espritualmente. Y Keats murió con veinticinco años.
No voy a glorificar el dolor, pero quien vive de verdad lo siente muchas veces en la vida. A veces hay instantes muy largos, que pueden durar años, de dolor.
Las crisis nos construyen porque son las que provocan los cambios y un ser humano sin cambios es como un niño grande que no sabe de nada ni conoce nada ni ha vivido realmente y se muere sin saber nada, sin haber construido su alma ni en una milésima parte.
Hablamos con Concha de la necesidad de poblar la vida con belleza, de hacerla sublime. No por ello dejamos de ver el dolor, la miseria moral y material que nos rodea. Antes al contrario, la necesidad de amor y de belleza nos hace todavía más conscientes de lo sórdido, de lo miserable, del egoísmo humano, de la carencia de valores, de lo sumida que está la sociedad en la manipulación y en la mentira.
El amor es indisoluble de la muerte. Son la cara y la cruz de la misma moneda. Llevo a Fernando en el corazón. No le olvido. Su muerte prematura y evitable me sigue doliendo. No cierro mi corazón al sufrimiento ajeno.
Creo que debo pensar muy bien cuál quiero que sea mi pequeña aportación, mi pequeño granito de arena, a ayudar que ese dolor que puebla la vida se sustituya por esa alegría que puebla el instante.
Se me ha dado mucho y quizá sea hora de que yo aporte parte de lo que soy a los demás.

El bosque

Veo cómo el bosque se apresura a salir de su propia oscuridad. Cómo los árboles le palpitan, cómo las hojas se emborrachan, y el alcohol sale entre las flores.
Devoro esos frutos salados que se recogen de ese suelo consagrado del otoño.
Mis vacíos se extrañan de ese pálpito que me lleva hacia ti y me concierne, como me viven las libélulas que se posan en el agua, con la soledad enriquecida de saber que las hojas volverán a salir en primavera, que el mar caminará y que el invierno traerá toda la pureza.
Amor, ¿sientes deambular a los pingüinos? ¿Ves cómo sus alas se estremecen encima del hielo que trituran?
Se me escapa la muerte. Voy tras los pasos de su huida, y en sus órbitas ciegas veo cómo el amor se expresa a oscuras, ignorando que en esas cuencas vacías hubo una vez unos ojos ardientemente azules. Se alimenta en los días de lluvia, cuando el agua es torrente y virulencia. Guarda una fuente en su sexo ávido, en su aquelarre de besos.

sábado, 15 de agosto de 2015

Crece el oro

Amor, crece el oro, se expande en las aceras y el asfalto se ilumina. Desaparece el límite que separa las sombras y la noche se alumbra a sí misma con los faros.
Amor, cómo se alimentan las gaviotas, cómo sobrevuelan ese océano que se une con los pájaros, cómo el cielo nombra el amor y se lo envuelve, cómo la lluvia cae, como el semen.
Mía es tu fortaleza, mía tu cualidad de lo sublime, mío aquello que transcurre, mi vida y el tiempo que la vive.
A amar se aprende amando y la pulsación aprende su latir dentro del pecho. Tu olor es la sangre que discurre en esas olas que se aprietan y se mueven.
Amor, la fuente se llena de flores, como mi cuerpo.
En la ventana busco cómo resplandeces, y viene el aguacero, viene la borrasca, y en la tormenta la apariencia de esa luna que te esconde es como el magma blanco de un volcán adormecido en el palpitar de su corazón enfermo.

miércoles, 12 de agosto de 2015

El bosque nos espera

El bosque nos espera. Surgen las aguas como pequeños guijarros en el suelo, y las nubes se llenan de rocío. Se desparrama el amor en esa lluvia que cae desde el cielo y que insemina tus ingles de blancura.
El amor es la cascada que se lleva el manantial, que lo aparta y lo oscurece, lo envuelve de noche y lo palpita, y en la transparencia de su lecho, se adormece.
Amor, quiero dormir en ese bosque donde se ve el amanecer, en ese claro de luna, con esa luna donde se oculta el cobre, donde el mar sigue su propia senda y se evapora, y así nacen las estrellas.
Me escondí una vez de los ojos de la luna, me escondí dentro de mi sangre, como si mi sangre me pudiese refugiar, y en este cuerpo que ahora despierta al sueño me tendí, y a mí misma me conduje, a mí misma me pensé, y ahora que te pienso, el canto afluye a mis palabras como ese agua que cae desde lejos, que impregna de semen mis contornos, que humedece de esperma mis manos y mi boca, que busca mis ingles y que estalla con la fiebre de un coño hambriento.

lunes, 10 de agosto de 2015

Te detuviste al pasar donde mi casa

Amor, te detuviste al pasar donde mi casa, y te llevaste las flores que crecían y llegaban hasta el cielo. En las estelas un camino aparecía, un nudo de pétalos que en sí mismo llevaba el silencio que la boca ofrece con el beso.
Hay una veta dura en el amor, un agua en el espejo que en sí se reconoce. Los metales inundan la corriente, la pisan, la destruyen, y de esas destrucciones nace el deseo, el deseo que se origina de la nada, la nada que mata el deseo para verlo alumbrarse en el cauce de ese mar que no puede contenerse.
Amor, subiste entre las flores y perdiste el contacto con el suelo. Yo te esperaba como el aire espera a la tormenta, como mis ingles esperaban la caricia de tu mano y la llegada de tu semen.
Viniste con la lluvia. Me lloviste. Y en ese agua que palidecía las aceras, que llenaba los charcos con las flores que mojabas, se derretían los troncos de los árboles, y las hojas se ocultaban, como si en esas flores pudiésemos´encontrar cómo volver a nuestra casa.

domingo, 9 de agosto de 2015

No quiero anillos

No quiero anillos ni libaciones.
Sólo, tan sólo anhelo amores.

No quiero anillos ni soledades.
Sólo, tan sólo anhelo azares.

No quiero anillos ni ceremonias.
Sólo, tan sólo quiero amapolas.

No quiero anillos ni quiero pulseras.
Sólo, tan solo quiero mareas.

No quiero anillos ni juramentos.
Sólo, tan sólo, anhelo el cielo.

No quiero anillos ni aniversarios.
Sólo, tan sólo, anhelo estuarios.

No quiero anillos, y mi blancura
se sube al columpio para ser tuya.

sábado, 8 de agosto de 2015

Hay un hueco en el viento

Amor, hay un hueco en el viento, un desliz en la lluvia. El agua se agolpa y subyace en mi cuerpo, como si las raíces se entroncaran en la misma tierra que se desmayase en un pulso líquido, donde las hojas crecieran hacia dentro, como esas cebollas que hacen llorar, y que incitan a unas lágrimas donde la mentira se disfraza.
Nunca llevé máscara. La quemé entre los zarzales, la llevé al mar en rojo,y cuando se dividieron las aguas enterré sus cenizas en la arena brutal de las fosas abisales.
Y te me entrego, como si en mi carne la ofrenda me palpitara en la piel, como si tú quisieras mis flores, como si mi sangre te importara.
Hay un idioma que rompe el verbo. Consta de imágenes, y es una esencia que permanece en los sueños y se escribe en las metáforas.
Enciendo una vela, una margarita se posa en mi beso, un pájaro se come su nido, el cielo estalla en todos los hemisferios, el amor es ese corazón que comprende el misterio.

viernes, 7 de agosto de 2015

El bosque

Amor, hay un destello que se posa entre mis pechos y que acude a la llamada de la sombra. Hay un bosque alrededor, impenetrable, que no termina, imposible de abarcar y más profundo que el océano que llevas en los ojos.
Me confundí y quise entrar en ese bosque, guiada por el fuego que había en mis entrañas, quise perseguir la misma agua y devorar en ti el mismo hambre que a ti se me llevaba, y con el hambre seguir el espejismo que nacía en el estanque que me surgía de las ingles.
Amor, en el silencio de esa negrura intensa vi llamear el ansia, y comprendí que en la tierra dura, árida y estéril del desierto se despierta la blancura. Comprendí que el bosque era mi vida, y que aquellos caminos encrespados, aquellos troncos decaídos, aquellas flores en las ramas y los brotes eran una eternidad que duraría lo que mi tiempo me durara y cuando yo muriera desaparecería y sólo quedaría el claro donde la luna reflejaba tu nombre y en el acantilado donde los árboles caían existía un borde, una frontera que el amor ponía hecha de redoble de hoja y caña.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Se abre una sima

Se abre una sima. Camina el agua. Se envuelve en besos. Me envuelvo en ti, en esa hierba que pones a mis pies, y me pongo a tus pies porque deseo lamerte los dedos y las uñas, y amanecer en ti y anochecerte, y dormirme en los confines de tu ausencia.
Los versos se llenan de recuerdos, vividos, imaginarios, todavía por vivir, como me lleno de mar cuando te miro los ojos, rebasando el azul, llegando al cielo.
Eres mi profeta, por quien los astros suspiran en mis lágrimas, la palabra que la sangre escribe en paradigmas de amor callado, un girar constante de las ramas de los árboles, una potencia enorme en las alas de la misma hambre.
Satinado el amor describe ese deseo que me hace esclava, y que siendo esclava me hace libre, rompiendo las cadenas enfermizas del pasado, juntando las mitades y tejiendo la cuerda que, tensa, mantiene el equilibrio, la misma sed que me llena de agua, y el agua que me enciende el pensamiento con puras estrellas de puro fuego.

Visiones del mundo

Visiones del mundo, mi Amado está buscando el cielo, y yo le busco entre estrellas cálidas que no saben buscar el fuego.
Es mi palacio, el que construyo con alquimia y con baldosas mágicas, el que las brujas maldijeron y las hadas cubrieron con su varita dotada del poder de hacer milagros, como el de amarte por encima y por debajo de las rosas, con sus mismas raíces y sus mismas hojas.
Amor, que me dejas y me traes por las playas, que me subes a los montes preñados de dioses, que me dejas al borde del destino con vestido rojo, altos tacones y la miel en los ojos.
Amor, me debates entre olas rosas, entre mañanas amarillas y silentes, entre noches escarlatas y adúlteras como la letra del mismo nombre.
La luna te señala un camino negro, un camino que no es capaz de verla, que nadie ilumina, una gran estancia donde sólo se piensa, un alumbramiento de penumbra, un parto de oscuridades donde el sexo es lo único verdadero.

Si hay un resquicio por dónde pueda verte

Amor, si hay un resquicio por dónde pueda verte, por dónde mi alma te atesore, como si fueses ese fuego líquido que pasa por mis venas y atraviesa mi mismo corazón, allí me arrodillaré con las cerillas para que el fósforo ilumine mi camino.
Hay un acantilado allá a lo lejos, un acantilado al que visitan los suicidas, y es impune. No son culpables las montañas, ni la nieve de las cimas. Su ladera es transparente.
Se acumulan tantos cuerpos muertos, tantas almas que lastiman el aire en el que viven. Sus gemidos se pierden en el viento y es el viento el que me trae la luz con que te miro.
Los madrigales se reúnen. Suenan los maitines. Llega el Ángelus. Caen los rosarios. Oigo el Réquiem y en las campanas se confunden las notas del amor, de ese amor que brilla entre los muertos, amor de cañaverales y de flores.
Amor, las sombras me suspiran. Me dan un hueco, un lecho en el que amar. Me regalan la noche para que entre sueños me insemines y seas mi ángel encarnado.

Un bello poema erótico de Alberto Davila Vázquez.

En el estío, cruzo tus montes, cruzo tu vientre,
tiemblo junto a tu luz.
Así me doblego, como un rumor sin paz, bajo tu sombra.
Busco tu sexo.
Te expando y te he hendido y trinas una miel brava.
Busco tus zarzales sin que me frotes las espinas.
Busco tu silencio.
Pude anegar tus palabras y ahora te aplicas a mi lentitud
y súbitamente embistes ante mis enjambres como un
matiz del aire.
Adecué la verga y olí en los astros tus axilas perennes
y tu fronda, en un eco,
con el denso bálsamo
que pude constatar por el sudor de la piedra.
Miraré que sed falta a tu mar.
Tendré que descender y elevarme de nuevo
y remontarte
pero lo haré para tensar tu rubor que es ya mi tierra.
Sólamente por ti sangro en el barro.
Sin desazón, sin rabia, sin brasas, sin la
frontera hórrida del deportado.
Volveré a encarnar tu fortaleza.
Volveré, superando cualquier nunca, a pronunciarte los
brotes convexos del acorde.
Volveré, a consumarme sobre tus orillas. Volveré,
siempre volveré a que me observes fluir, junto a
tu lápida.


Alberto Davila Vázquez

lunes, 3 de agosto de 2015

Miro una quimera

Miro una quimera. Soy esa quimera que me mira, que es azul como los dáimones y veo en sus ojos cómo florecen los nidos de los pájaros.
Te sobrevuelo en mi mirada. Voy a ese lugar donde estuviste, donde hablaste de mí y me mencionaste, como se menciona a los cometas y su vida que viajan desde el cielo donde la luna se esconde en sus mareas blancas de azucena.
Te sobrevuelo y te persigo sin seguirte. Me repliego a este lado del camino y confío en que la latitud se acercará. Entonces tus palabras serán las cremaciones que sólo vemos a lo lejos.
Amor, ¿me vives desde ese verdor y esas aguas en que se deslizan los senderos, dónde las piedras se multiplican en arroyos donde caben las estrellas?
¿Tu alma es blanca, qué castillos construyes, qué bosques los rodean?
Recojo los nenúfares del viento. Son tardíos. Se visten de soledad y, humedecidos, tiritan los estanques.
Hay una cualidad en el amor que lo mantiene. Es la esperanza, es la búsqueda de ese semen que contenga la cantidad justa de amor y que pueda sostenerse en el mismo vacío en el que vuela.

domingo, 2 de agosto de 2015

Me envuelvo

Amor, me envuelvo en algas en ese mar que ya es costumbre mientras canto la pasión y tu hermosura.
Acaríciame una mano suavemente, que haya olas blancas en tu cuerpo y mareas en el mío.
Azules como visiones de cielo visitaremos nuestras tumbas; las acacias llorarán y se vestirán de luto. Pero aún no hemos muerto. Estamos en una Tierra que gira y gira indiferente, en este duelo de las lágrimas que se cubren de pureza por no saber por qué lloramos. Porque pedimos y le oramos al vacío del que nacieron las palabras que nombraron a Dios, y lo crearon.
Hay una gran estancia en esa aurora preñada de tiempo. Observa cómo el amor no se detiene, cómo pasa y gira también como la Tierra, no comprende que soy su sierva, que no nombro su nombre en vano y que es mía Su promesa.
Me faltas, y lo sé. En esa carencia me abrazo y en tintineo te doy todos mis claveles para que los plantes en los tiestos, para acallar las voces de las hiedras que sufren de distancia.

Qué misterios te caminan

Qué misterios te caminan, que voz hay a tus espaldas que te para, como si los astros detuviesen su fulgor y nos dieran la penumbra en unos ramos.
El equinoccio viene y es azul como la luna que salió a la medianoche. Sus estigmas marcaron en la sangre los clavos que el Cristo derrotó.
Hay una playa que se extiende en el cielo. Por las mañanas me esperan las sales y la espuma y con ellas construyo un laberinto. En él me pierdo, y en mi búsqueda encuentro tu corazón.
Las entrañas del cordero es la carne que me das, y el cenit se lleva su respiración ensangrentada en el rojo de su aurora.
Viajo en el líquido amniótico. Voy hacia donde estás en los brazos de mi madre. Vuelvo a la cuna, a esa cuna que se abría por los noches a los grillos y acometía el sueño hacia el amor, un amor que oía en las paredes y que veía amanecer en las baldosas.
El amor entre las sábanas, entre los jirones de las sábanas descosidas, en el espejo de las ropas, buscando la desnudez de los instantes, de los cuerpos que se unen a las almas, y se aman.

Dónde te ocultas

Amor, dónde te ocultas, en qué recodos del camino me has dejado. Dónde estás que mi mirada busca tus ojos y se encuentra con el pulso más terrible de la nada.
Mi cuerpo alimenta las gaviotas, las que cruzaron por el mar y me llegaron con tus besos, las que me entregaron tus palabras con su pico, y con sus patas me dieron las raíces.
Arraigo en tu sangre, y tu sangre me devuelve el magma que era mío, el que pronuncié con mi nombre, el que viste transcurrir por mis entrañas, el que te di para que alumbrase las cigüeñas que de mí partían hacia el cielo.
Bajé al arrabal del dolor. Me situé en los andenes del fondo, allí donde el tren se detiene buscando flores en la sombra. Vi cómo los vagones se hundían en las vías, cómo los raíles aprisionaban el cargamento que llevaba, y la inexistencia de los departamentos con gente era como una oscuridad recién nacida, una tiniebla que se haría permanente si no pudiese encontrar el punto que da origen al amor, tu rastro en las estrellas.

sábado, 1 de agosto de 2015

Poema de Alberto Davila Vázquez, dedicado el 31 de julio de 2015

A Teresa Domingo Catalá

Olorosa la llama devora contra mi voz;
engulle como una marea desamparada en ninguna parte
[por un beso en los márgenes
del viento.
Pura su espiga hasta la asfixia, profunda hasta golpear las
cumbres.
¿Qué toca ahora con esta violencia de torrente insacible que
culpa al delirio?
¿Es siempre contra el tiempo tanta crueldad veloz,
[tanto torbellino
enardecido?
¿Qué otra cosa debe morir además del año en los cabellos, la
[espina
en el vientre
y la justicia preñada por el vértigo?
Quizás añore su peso en la libertad de los marfiles,
quizás esté descifrando únicamente la estela errante,
esa que empieza a pecar entre bailes de lobas y termina por desear
el mismo palisandro que un faraón herido por el náufrago canalla.
Incluso tú, llama terrible, tan urgente como oleaje, como la
[metamorfosis de
lo púrpura,
eres la fúnebre liturgia, apenas el sudario de una nada
innacida,
el azar prosaico que al descifrarse burla los demás azares de la
estridencia.
Has venido hasta aquí sin huellas que alejen la farsa,
sin claves para escribir el escándalo en la cresta de los hoyos.
Tu tacto es sigiloso como el de cualquier arteria del éxtasis,
mi piel es turbia como la de cualquier genitiva y ramera
corriente de cavernas.
Pero callemos ante la vulva del camino y la posibilidad de
haber sido otros,
contradictorios, corruptos, fantasmales en las sábanas
[de la espuma y el
estiércol de las jaulas,
puesto que tal vez somos además un plagio,
ambos arrastrados por el espinazo de la usurpación, en la esbeltez
del desenfreno,
ambos juzgando el mismo sexo en los arrullos
de la alquimia,
hasta el unívoco milímetro y el pernicioso alambre.
Puesto que tal vez orgasmo y muerte sean dos variables de
un solo origen,
formas ocultas para la extinción del aullido.
No me reclames así, con esa discordia de máscaras roncas
sobre la ceniza.
No me reproches igual que si fuese un diluvio hurtado,
tu templo de cabecera, un púnico exceso de cada crisis
despedazada en la vagina.
No conseguirás aniquilarme aunque vulneres mi semen
[entre el humo
y la memoria,
aunque me tajes y me exanguines hasta el hueso.
A tientas, contra el muro, cavidad y silencio.

31-julio-2015