domingo, 28 de febrero de 2016

Mediona 15

Llegó el frío cuando parecía que iba a venir la primavera. Para que no nos olvidemos de que todavía estamos en invierno.
El viernes por la noche tuvimos cena de Mediona 15. Sacamos el dinero que teníamos en la cuenta y ¿qué mejor celebración que cenar todos juntos en Lo Gat?
Iván se vuelve a Japón en un par de días, y aprovechando que estaba en Tarragona el viernes se convocó una cena de ¿despedida? de la tertulia de poesía a la que pertenecí durante tantos años.
Mediona fue crucial en m vida, pues pasé de ser alguien que escribía "sus cosas", sus poemas sencillitos y de andar por casa, a tener, por primera vez, una pretensión artística en sus poemas.
Recuerdo con ternura aquella incapacidad de primeriza. Llevaba tres años escribiendo y eso era muy poco tiempo, aunque con nuestra perspectiva moderna tres años nos parezca mucho tiempo. Pero no es así.
En Mediona aprendí la parte técnica de la poesía, su elaboración formal. Durante meses no abrí la boca: allí todo el mundo sabia mucho más que yo. ¿Qué decir en ese caso? Para decir estupideces es mejor callarse. Y hubo otra deriva: empecé a leer poesía. Siempre había sido una lectora de novela y leía muy poca poesía. Empecé a leer, a devorar. Todo me parecía poco. Al empezar un poco tarde parecía que quería recuperar el tiempo perdido. Leí a toda clase de poetas, de todo tiempo y estilo, buscando - sin ser consciente - el estilo y la voz propia que después encontraría.
Esperaba con una gran ilusión el encuentro del mes siguiente. Quería aprender y era una alumna voraz.
Siempre estaré agradecida a todos, porque me brindaron la oportunidad de ser poeta, de convertir aquellos escritos primerizos, con escasa o nula calidad literaria, en poemas.
Echo de menos aquellas picotas - críticas en las que pasábamos de ser picotados a picotantes - que eran tan útiles a la hora de aprender a leer y a escribir. Pero todo tiene su época, su fase vital, y ahora cada uno de nosotros va recorriendo su camino.
Pero cómo olvidar aquellas reuniones en torno al vino y al embutido donde se hablaba de lo que nos apasionaba a todos: la poesía.

jueves, 25 de febrero de 2016

Lo maravilloso

Ayer fue un día muy fructífero. Escribí cuatro poemas y un capítulo de la novela. Es curioso lo diferente que es escribir poesia o prosa. Con la prosa debes dirigir el pensamiento, centrarlo en el personaje y en la historia. Es una escritura racional, sobre todo si es una novela realista, como es mi caso. Con la poesía se mezclan el pensmiento racional y el irracional. Escribo el poema dictado. No es exactamente escritura automática - aunque alguno he escrito así - sino dictada por el daimon. Es intuitivo y además yo confío en la intuición. Sé que si trato de dirigirlo las metáforas no serán brillantes y los versos no tendrán una cualidad mágica. El poeta, ¿Es como un mago? Yo diría que no. El mago conoce los trucos y en poesía el truco no existe. No sabes muy bien cómo es el proceso creativo, no sábes porqué a veces el poema es magnífico y otras lo es menos, pues el proceso siempre es el mismo: entregar la mente a un ente superior o por lo menos de otra dimensión que habla en ti, por ti y en tu nombre. Que se mezcla contigo y que a la vez es otro. Que te pone en el corazón la energía, la inspiración, la Musa o el Muso, la facultad de crear algo que antes no existía.
Terminé de leer - que no de anotar - la Introducción al Surrealismo de Juan Eduardo Cirlot. Los surrealistas buscaban lo maravilloso. Yo sé que lo maravilloso se da en la realidad, quizá hasta de forma constante. La magia forma parte de la vida. Sólo hay que saber verla.
A veces lo maravilloso llega y te cambia la vida. A veces se encarna en una carta, en una llamada telefónica, en una cita que no sabes cuándo cuajará, en una fusión extraña e incomprensible para la mayor parte de la gente.
Sé que André Breton me habría comprendido. Sé que habría celebrado que en mí se dé la síntesis, la union de los contrarios. Lo habría celebrado como una victoria surrealista, aunque la síntesis vaya más allá del surrealismo y lo supere. Pero se entronca con el misticismo, el romanticismo, el simbolismo y el mismo surrealismo.
Escuché una conferencia de Victoria Cirlot sobre místicos, visionarios y creación. Hablo de Hildegard von Bingen, sobre Max Ernst y sobre Carl Gustav Jung. Fue muy interesante pero no profundizó - la conferencia sólo duraba cincuenta y cinco minutos - sobre el proceso creativo, que era lo que a mí más me interesaba. Si mencionó las palabras del artista que afirmaba que la creación era un acto necesario para colocar y eliminar las visiones, para que no le invadieran por entero.
De alguna manera, con la expresión simbólica, con la metáfora, la mente consigue focalizar lo irracional, le pone nombre - y lo convierte en algo racional, en algo pensado, en algo que el material inconsciente no era antes. Esa amalgama de imágenes que está dentro de una manera caótica adquiere un nombre, y por lo tanto un orden. Y cuando la mente se llena constantemente de esas imágenes la escritura se convierte en algo necesario e imprescindible. Se podría incluso hablar de alucinaciones metafóricas, que no son alucinaciones estrictas pues los ojos nada ven, pero sí serían alucinaciones interiores, que se ven con la mirada del alma. Esas alucinaciones necesitan la palabra para plasmar las imágenes psíquicas. Si la psique funciona con imágenes, como se afirma, las metáforas serían algo así como su expresión máxima, y comprender el lenguaje metafórico sería comprender el lenguaje de la psique.

martes, 23 de febrero de 2016

Sobre el amor

La oscuridad es penetrante. No son ni las siete de la mañana. Mi mente está centrada en enviar pensamientos, en enviar deseos, en enviar amor. Creo en la energía y los seres humanos somos energía. Cuando nos abandona, morimos, y el alma se va a dimensiones desconocidas, que intuimos y que a veces se ven en los sueños.
Sé que tras esta realidad física y material está la realidad espiritual. No la veo, pero la siento, la intuyo y para mí es tan real como la que ven mis ojos. Es la realidad del Amor que fluye en cada poro de la piel, en cada latido, en cada acto amoroso.
Voy avanzando con el poemario y la novela. Con la novela es como comentaba ayer la carrera de fondo. No tengo prisa. La iré escribiendo. Tiene un final, aunque me falta mucho por llegar a él. Me encantan los personajes que he creado, y me gusta mostrar y no señalar.
Con los poemas no hay ninguna meta. He rebasado todas mis previsiones. Nunca hubiera imaginado que mi fuerza creativa fuera tan descomunal, que mi imaginación fuera tan portentosa.
El amor es un acto imaginativo. Es la imaginación la que nos permite crear al otro, ver al otro, sentir al otro, amar al otro, de tal manera que deja de ser otro y creamos un nosotros.
Por medio de la imaginación llegamos a la compasión, al sentir con, a lo que ahora se llama empatía: a cambiar nuestro lugar para entrar en el lugar del otro y luego ser capaces de salir y ocupar nuevamente nuestro lugar, enriquecido por la experiencia de haber salido de él por unos momentos y ocupar un lugar distinto al nuestro.
Cuando más distinto sea el Amado, mayor es el salto imaginativo. Cuanto más desonocido nos resulte, mayor es el portento de la imaginación. Cuando se encarna en una realidad, ya jugamos entre dos, y la imaginación juega con una persona, y no con una idea. Y por lo tanto se enriquece todavía más.
Cuando el Tú deja de ser un objeto de deseo, y se convierte en un sujeto, entonces el amor crece y llega hasta los límites humanos y los rebasa, convirtiéndose en un amor a lo Absoluto, que no es otra cosa que una abstracción del amor. Cuando se convierte en concreto, curiosamente, es cuando lo podemos sentir en su plenitud, en su ideal, en ese abstracto de donde viene y a donde va finalmente.
Y a ese proceso lo llamamos fusión. Es la fusión con el Amado, la fusión de los místicos con Dios. A partir de esta fusión el amor se convierte en indestructible, porque nosotros mismos nos convertimos en el Amor.

Sobre el proceso creativo

Es muy pronto. Todavía está oscuro aunque ya se ve en el cielo un pulso del azul que será durante el día. Me gusta mirar el cielo y ver cómo va cambiando de color. Así va cambiando también la misma mañana, va introduciendo ese ritmo en el que también nosotros nos dejamos fluir. Eso es la vida: fluir con el tiempo, fluir con el deseo, y adaptarlo a la realidad. Ayer escribí tres poemas, y un capítulo de la novela. Antes quería terminar todo pronto, deprisa y mal. Porque las cosas que se hacen con prisas, sin disfrutarlas, no acaban bien. Se nota la premura, el ansia por acabar. El poema sí permite una escritura rápida - por lo menos para mí - pero no así la novela. La novela es una carrera de fondo en la que hay que ir a paso lento. Poco a poco ir poniendo un granito de arena junto a otro granito de arena, y que juntos formen la arena de la playa. Despacio, muy despacio, creando las situaciones, la trama, los personajes, creando personajes vivos, que vayan más allá del papel, que reaccionen como seres humanos. Escribí el borrador en el año 2013. Un borrador de más de cien páginas que ya tenía todo lo importante: la trama y los personajes. En mi ingenuidad pensé que ya tenía mi novela. Tuvo que pasar un año para que me diera cuenta de que aquel escrito carecía de valor literario, que era una escritura descuidada, muy apresurada, un ir contando situaciones sin más, y que iba de una situación a otra como el que va subiendo por una escalera. El año pasado resolví que la iba a escribir a partir del borrador. Pero no pudo ser por razones personales. El día 11 de enero me puse con ella. Como sé todo lo que va a suceder, cómo conozco a los personajes que creé y las diferentes tramas secundarias, que en realidad no son tan secundarias, ahora me tomo todo el tiempo que necesito para escribirla. Y lo disfruto. Disfruto del proceso de artesanía. Un novelista es como un artesano: va creando poco a poco el cesto, el tapiz, la pieza de cerámica, el pañuelo de seda. Con cuidado, esfuerzo y dedicación. Con delicadeza. Consciente de que su trabajo no terminará cuando acabe de escribirla, que seguirá para darle un lenguaje más literario, siempre dentro del propio estilo. Lo que alguien no puede hacer es inventarse un estilo que le sea ajeno. Porque entonces se nota la impostura y yo no creo en la impostura.
Estoy disfrutando muchísimo del proceso de escritura. Me detengo en cada personaje, en cada situación. Le dedico todo el tiempo necesario. Además va a ser una novela larga. Estoy en el principio y ya llevo más de cincuenta páginas, eso sí, no todas escritas. Voy dividiendo por capítulos y personajes y hay páginas en blanco.
Para mí una novela no sólo ha de estar bien escrita: tiene que vivir. Tiene que ser un pedazo de vida palpitando entre las manos. Tiene que enganchar, el lector, la lectora, tienen que entrar dentro del mundo que se les propone. Debe tener un interés que vaya más allá de la forma en concreto. En suma: debe ser sublime, y eso no significa que no toque aspectos sórdidos. Lo sublime y lo sórdido se complementan. El alma de la novela debe ser hermosa.
Cuento con la ventaja de que me la sé, entonces puedo dedicarme plenamente al proceso de la escritura. Y lo hago con placer, sin querer terminar, deteniéndome en cada situación como la situación se merece. Y sin aspirar a ser nadie que no sea yo misma, sin mirarme en ningún espejo, aunque Dostoyevski siempre será mi novelista preferido. Pero no aspiro a ser Fedor, sino Teresa.

lunes, 22 de febrero de 2016

Amanece en Tarragona

Amanece en Tarragona. Poco a poco la oscuridad va cediendo paso nuevamente al alba. Ya no tengo prisa para las cosas literarias. Al contrario, me siento muy tranquila. Ya se verá todo, ya llegará lo que tenga que llegar. Sé que soy una poeta mística y visionaria que nació en una época equivocada, pero también sé que el paradigma materialista y racional que nos invade no es eterno. Pasará, como todos los paradigmas. Tengo temas pendientes por concretar pero no me suponen la más mínima intranquilidad y si un aliento, un aroma de esperanza. Pero si no salen, no me va a suponer ningún disgusto más allá de la frustración momentánea. Al contrario, busco y busco más salidas, sabiendo que colocar algo es realmente difícil. Estoy centrada en la lectura y sobre todo en la escritura y aspiro a hacerlo bien, y eso supone mucho trabajo, mucho esfuerzo y mucha autoexigencia.
Estoy viviendo un momento pletórico de escritura y no sólo de los poemas, que también. Cada vez me siento más escritora. Cada vez mi identidad se va concretando más en el hecho de escribir.

Poemas

Voy a dejar de compartir los poemas en facebook. Tampoco los publicaré en el blog. Los dejaré inéditos. He dejado de sentir la necesidad de publicarlos. Seguiré escribiéndolos, a buen ritmo, pero me los guardaré para mí, por ahora, mientras nadie los publique. Como dice Concha, He hablado con la lluvia son varios libros, no uno solo, y el día que me arremangue con el poemario será algo tremendo, pues van mil ciento dieciocho poemas, con los dos de hoy mi ciento veinte y creciendo, pues mi Muso es constante. Han sido muchos los poemas que he ido compartiendo, muchas las opiniones, los comentarios, algunos maravillosos, cada uno mostrando en su punto de vista cómo es, mientras yo muestro cómo he sido, cómo soy, y quizá también cómo seré.
Volveré a utilizar este muro con fines literarios, como fue en un principio y también pondré otras cosillas.
Ahora, a escribir otro poema - noto cómo me lo pide el cuerpo -, y a ver si después sigo escribiendo la novela, me meto con el guión o elijo ir terminando de leer la Introducción al Surrealismo de Juan Eduardo Cirlot que es un tesoro que me regaló el amigo Antonio y que tanto bien a nivel poético y personal me está haciendo.

domingo, 21 de febrero de 2016

Las golondrinas

Amor, las golondrinas se detienen en su vuelo. Se anudan las hiedras, cae la arenisca. El mar se para, su oleaje sueña con la espuma.
Cuando el amor florece, cuando se filtra la escarcha, se vive en las piedras y en los caminos los pies fluyen en el alba, cuando crecen las ramas y los brotes y los árboles cruzan sus raíces, ¿Dónde está el tiempo que se esconde?
Y si esta primavera está preñada, si se lleva a cuestas los relojes, ¿cómo se alimentan las horas que transcurren?
En mi vientre está la primavera. Siento cómo cruje en su latir, cómo el insomnio la acompaña. En su génesis a sí misma se revela. En su sangre te pertenece, como te pertenecen las alondras.
Amor de profundidades, traigo un océano en el corazón y los peces se devoran. Los escuálidos aprenden a nadar en las corrientes de mi cuerpo.
Y en los besos que te doy hay matiz de caracola enamorada.

Hay en mí

Amor, hay en mí un hielo que tirita y en el agua se deshace. Hay una roca que se desmenuza entre la arena y en esos lugares crecen flores, crecen pájaros. En ese lagar habitan las serpientes que conocen el transcurrir de la tierra.
Amor, en mí huyen las oquedades del silencio. Me nace una voz desenfrenada, un aullido dulce, un trinar muy leve. Se encadenan en mí los papagayos, brillan sus colores.
Amor que me diste el mundo, me das a mí, a mis mismos besos, a mi misma piel, y en este deseo de ser en ti, soy la mayor de mis predilecciones y en mí te amo, dentro de mi ser, de donde vienes.
¡Qué cautivo era el deseo de tenerte! Te fuiste y al volar volé contigo, porque tus alas me entregaron la circunstancia del tiempo, y en mi deseo me entraste por las ingles, por la boca y allí permaneciste, hasta llegar a la cueva más profunda.
Te parí entre lunas, entre porosidades. Tu piel era más blanca que la mía. Tu piel era la blancura.

sábado, 20 de febrero de 2016

Hay una fuente

Amor, hay una fuente que es maravillosa. De ella salen rododendros, cerezas y otras flores, y de su sangre surgen los caminos.
Son casi rojos, como el cobre, casi líquidos, y en su pequeña solidez las huellas se desdicen.
Se desdicen porque todavía no han salido las hojas de los árboles.
Amor, en ti soy plena, en mí se dibuja la serpiente, el dragón ávido, hambriento de su mismo fuego.
Todavía no he nacido. Sólo en ti, sólo en tus ojos.
Ahora nace mi mirada. Ahora respondo con los ángeles y les digo que soy suya.
Amor, en ti penetro en la inmanencia. En ti transciendo por la vertical oblicua que es eterna, y más allá del corazón hay un latido que traspasa las puertas del mundo.
Amor, en ese cielo en que renazco adivino que la sangre derramada no era impía. Era el tributo del deseo.

viernes, 19 de febrero de 2016

Hay un nido

Amor, hay un nido entre mis manos, un nido donde el águila dejó su cercanía. Lo envuelvo entre sus sombras. Es para ti, para que la luz que lo contiene te ilumine.
Amor, la cera cae, y en tus pies se cristaliza. Es como el olor de un incienso que sube sin cesar hacia los ángeles que guardan tu mirada.
En esos ángeles, que miran desde el cielo cómo el árbol permanece, en ellos entra mi memoria, en ellos cubro el espejo con tus ojos.
Amor, en esa fuente amarga donde se bebe el olvido, en esa laguna que derrama los recuerdos, bebí sólo un instante, y me borró las cicatrices.
Tú me diste ese agua con tu angustia. Me amamantase con dolor. Y de tu sangre nacen estas flores, el fulgor de estas flores que se inundan con tu aliento.
Mi niño, nací el día que te amé. Y ahora, voy creciendo desde tus muslos a tu boca, desde tu semen a tu beso, desde el deseo al amor que resplandece en mi piel y en mi palabra.

En estas horas

Amor, en estas horas en que el silencio crece, siento que mis labios se abren al besarte, siento como los ojos se me cierran, porque mirarte es como mirar a un Dios que duerme.
Se me expande el corazón, se me amuralla. No hay un cerco que pueda derretirme, no se me puede sitiar, no hay rendición entre mis pasos, que me llevan hacia ti, hacia tus ojos imantados, hacia tu boca iluminada.
Amor, se hundirán las naves, caerán las hojas, se marchitarán las flores pero mientras brille el agua, el árbol permanecerá con sus raíces hundidas en el cielo.
Amor, ¿son estos mis ojos? ¿Ven así la luz, de tan cerquita? ¿Pueden apoyarse en esos círculos que abre la piedra cuando cae?
Pienso en ti. Eres mi pensamiento. No te quiero separar de mi mirada. En ella estás, y en ella eres, y en mí vives con dulzura como si fueras un niño blanco al que arropar en su cansancio por las noches.

Me naces dentro

Amor, me naces dentro. Te me extiendes como un pájaro se extiende entre sus alas.
Qué días traerán las amapolas, qué noches se ocultarán entre mis pechos oscureciendo el corazón, con el hálito dormido de ese sueño en que el alba se despierta.
Amor, te siento en mi vientre, siento cómo se parte mi vagina, te siento salir entre mis piernas, mientras la sangre es una sed que se acontece y la sed necesita de la sangre.
Amor, viviste en mi cuerpo como un cáliz. Te pensé en la penumbra de la gravidez y en mi embarazo no sabía que a mí misma me alumbraba, que contigo iba a renacer y en la placenta se iban a añadir mis propios ojos.
Amor que lloras al sentir en tu cuerpo mi caricia, víveme como me viven esas sombras que se alejan, ese bosque oscuro que vencen los castillos, la leche de mis rosas.

jueves, 18 de febrero de 2016

Esta entrada es una propuesta, no un poema.

Estados Unidos


31

Irlanda


26

Portugal


14

Reino Unido


5

Canadá


2

Polonia


1

Rumanía


1

Ucrania

1

Estas son las Estadísticas de hoy de mi blog - los mismos poemas que publico aquí -. Mis poemas gustan sobre todo en el mundo anglosajón. La Doña dice que eso es muy lógico. Si algún buen poeta de habla inglesa se animara, podría traducir algunos de mis poemas...

Cuando

Cuando se desprenda todo el mar, cuando las luciérnagas se apaguen, quedará el poso de este amor, permanecerá en la sal de las lágrimas, en la alegría de un deseo que a sí mismo se alimenta.
En esas ramas tiendo mi corazón. Lo arraigo en el silencio. Lo cubro con las flores. En la hierba veo cómo crece, cómo el sexo es como un rayo que termina, cómo el latido sustituye al fragor de un cielo que conoció mis ingles.
Si te amara más, quizá el rayo volvería. Quizá me incinerara al desplegarse. Quizá el firmamento quedaría descubierto en su luz, y la invisibilidad llegaría a ser visible.
Ahora, cuando llega la noche y se acerca la costumbre, pienso y sé que hay unas velas que queman en tus manos.
Mi amor, cómo los pétalos del frío se contemplan, cómo hechizan los carámbanos, y en estas estrellas que un día vi tan cerca se escribe el viento, se escribe la sangre, se escribe el mismo verbo, que es infinito y que refleja la misma alma que lo siente.

Si me escucharas

Amor, si me escucharas sabrías que te amo. Si esta canción dulce te llegase, si pudiera ensombrecerse en el dolor, si las palabras fueran una brisa cubierta de rocío, y despertasen junto a ti entre las sábanas, sabrías que mi corazón está con el tuyo, que en ti la sangre es un devenir que habita los caminos.
Amor, si me supieras, sabrías que te amo. Sabrías que tu angustia se desliza por el transitar del frío que me vive, y que en este febrero que ha llegado transcurro entre la ausencia y el deseo.
Amor, guardo las flores, y silencio. Habrá un instante en que las rosas se encarnarán entre mis manos, y te las daré entre las derrotas, entre los momentos en que yazcas junto a mí, cuando los árboles liberen esas cuerdas que arrastro entre mis labios.
Amor de noches que se espesan, amor de madrugadas, algún día sabrás cuánto te amo, algún día te diré que en las amapolas hay un sitio para ti, para tus canas, para que el azul de esos ojos tristes se convierta en el vuelo de los pájaros.

Sé que dónde estás

Amor, sé que dónde estás resuena el viento, sé que están rotas las ventanas, que la puerta sigue abierta, y que ocurren los murciélagos.
Amor, mis labios callan. Mis ojos brillan en este sol que sale a medias, en esta medianía, mientras espero la noche silenciosa en que los búhos miran todo y descubren los motivos del miedo.
Mi hombre, cuando las hojas caídas se convierten en atalayas desde donde mirar el mundo, cuando tropiezas con el corazón y el dolor del corazón se multiplica, se escucha la cadencia de un silencio que es refugio, que es cabaña cerrada y con hoguera, con el fuego que palpita entre la leña.
Amor, en mi cuerpo vive la llama, vive el fulgor, viven tus ojos.
En esta eternidad, en este ciclo, las palabras. Son como rendijas por dónde se ven las sombras. Son regueros que el silencio deposita tras de sí, como posos del café de la mañana, como las venas que intuimos en su azul.
Los pecios han sido derrotados. Sólo quedan los cimientos. Sólo queda un amor que es pensamiento, y en ese pensamiento me abandono.

miércoles, 17 de febrero de 2016

En estos días

Amor, en estos días quisiera ser la sombra de tu sombra, y como tu sombra estar contigo, amanecerte, llenarte con las flores que me nacen, que mis lágrimas evitaran que llorases, que mis deseos llegaran a tu puerta, la entreabriesen, y llenasen tu nombre con los nombres del amor.
Si yo fuese una lágrima resbalaría por tu piel y acabaría entre tus labios. Y si fuera un espejismo volvería al reino del que la imagen salió, regresaría al útero del mundo. Desde allí te envolvería, y entre lunas, mi cuerpo sería tu almohada.
Amor, eres sangre que empieza a recorrerse en el destino, y yo iré desnuda junto a ti. Me quitaré las bragas de los miedos, y el sujetador de la amenaza. Seré toda amor, como siempre he sido desde que vi en tus ojos mi mirada.
Mis noches son mis sueños. Mis sueños son el alba que regresa, el ocaso en que termina, la tarde que se extiende, el sexo que sucede, el tiempo que se encarna en el reloj y que sigue su transcurso como un río que no tiene desembocadura ni principio.

Hay pétalos

Amor, hay pétalos en el cielo y en tus ojos se mezclan con las lágrimas.
Amor, qué caricia lejana puedo darte para que te lleguen las mimosas, para que mi pensamiento sea un bálsamo donde puedas reposar, para que en mi corazón encuentres el sueño en que los monstruos se disipan.
Amor, qué luces se entremezclan entre el alba y el crepúsculo, cómo el firmamento se acontece, cómo nos deslumbra cuando amamos, cuando el reflejo nos lleva a reflejarnos.
Si en la profundidad del mar hay una fosa, en los abismos se ve el agua, que se precipita en su caudal y sube desde el fondo. En su hermosura es como el árbol que arraiga en esa tierra que lo ama.
Se cruzan los pájaros en el nido. En las visiones los pájaros son las alas con que vuelan y en su boca llevan los insectos, las lombrices, y también llevan pedacitos de la luna y las estrellas.
Quisiera llegarte con mi aliento, besar el inicio de tus días, abrazarme a ti, y adormecerte.

martes, 16 de febrero de 2016

Hay un amor inmenso

Hay un amor inmenso, azul como el mismo cielo, blanco como la luna, que la oscuridad no roza, que el tiempo no se lleva, que la eternidad se ve en la estrella que hay en tu pelo, en esos ojos que me miran tristes, y que me traen las lágrimas de un amor tan intenso que es más profundo que el barranco mayor del abismo, un amor que no duele mientras quema y que sólo duele cuando se pierde.
Un amor que no abandona el vuelo, que es pájaro y pájaro permanece, un águila que se eleva al firmamento, un árbol que crece despierto, la savia del árbol de la que nacen flores, las flores de un amor que crece como crece el trigo, como el mes de mayo y las amapolas de junio, como los labios que se acercan pero que no llegan, ese beso que queda en el aire, ese beso del que no hay retorno, esa mirada abrumadora, que tiene todo el corazón por dentro, que es cordillera y que es cima nevada, que es muerte esperando en la almohada, muerte que ama desabrida, muerte que está enamorada de mi misma carne y de mi misma cama, amor que se lleva a la muerte, amor que se encarna en la sangre y la palabra.

Quiero ser ese deseo

Amor, quiero ser ese deseo que te nace de las ingles, querría ser el mismo tiempo que transcurre, nacer de ti, y amamantarme, ser en ti y disolverme, estar contigo, y afirmarme.
Soy en ti como ese amor que me renace, y siento sus partículas crecer dentro de mí, las siento diseminarse por mi piel y soy toda ese amor, la sangre de ese amor que me concierne.
Mi Amado, ves cómo los líquenes marchitan las piedras que los tocan, cómo se pudren en la ciénaga donde quise encerrar el dolor que la recorre.
Seré sólo el agua cristalina, el agua que es espejo, donde tus ojos reflejarán el cielo, y con el cielo reflejarán esa luna amante oscurecida en sus mitades. Y la miraré entera, como si nunca hubiera estado dividida, como si jamás menguase ni creciese, como si siempre fuera luna llena.
Amor, que me has dado la mirada, que me has dado mi cuerpo, sé que tienes frío, sé que te envuelve la escarcha, y yo soy esa lumbre pequeñita que quiere levantarse y arder entre tus labios, besar tu desnudez y escuchar muy dulcemente ese corazón que late entre los márgenes.

lunes, 15 de febrero de 2016

Qué hay

Amor, qué hay en la caricia que no llega a rozarte en tu camino, qué hay en el beso que no puede disipar esa distancia que hay ante tus labios.
En los huesos llevo el amor, y te entrego sus delirios, la cara de la luna que se esconde a la mirada, la terrible cara de la luna que lleva las cicatrices en el alma.
¿Oyes cómo cantan las luciérnagas? ¿Las oyes temblar en su hermosura? ¿Comprendes que la luz es la encarnación de un deseo que fue más allá de las palabras y creó el mismo amor del que nacía?
Mi niño, los pétalos del tiempo se me ofrecen. Te los doy entre las lágrimas. Quiero sanar la peor de tus heridas, la más rota, la que se abre al roce y que en el ocaso sangra como el cielo.
Mi hombre, escucho el despertar de las gacelas, miro cómo duermen. Se levantan y comen de la hierba, comen de los árboles, de esas hojas, de esos brotes que renacen.
Como de tu hierba, la que tú mismo ignoras, la que desconoces que tenías, la que llevabas oculta de ti mismo y que despertó con el dolor, y con el dolor se alimentó a sí misma.

Me escondí

Amor, me escondí de las rosas, tuve miedo. Temí que no me amaras, que no encontrases en mis ojos la senda de tu río, que te apartaras de mí y no quisieses mis alas ni mis manos.
Amor, no comprendí que precisabas de mis besos, que tu corazón latía en un ocaso de tristeza, que tu sangre se paraba en esos páramos en que la devastación dice su nombre.
Cuando lo supe, volví. Te amé entre esos pavores que oscurecían mi memoria. Te amé por encima del terror de quedar sin tu mirada.
Qué amor es ése que puede avasallarse, qué amor es ése que se esconde y que quema sus cielos ante un mar embravecido.
Mi hombre, te esperan las naves y una singladura. Te esperan los murciélagos. Yo sólo puedo darte luz para que la noche no sea más oscura que el deseo.
Amor, miro cómo las sombras desintegran lo que fue el mundo, y yo las exorcizo, las declaro impías, y a la sombra de esas sombras soy como un caballo nacido de su miedo.

domingo, 14 de febrero de 2016

Me envuelvo en lunas

Amor, me envuelvo en lunas, en leopardos y en la rotación del cielo tus ojos se me vienen como clavos que me mantienen encerrada en las visiones.
Amor, te amo así, porque te amo, y no sé porqué te amo. No sé porqué eres tú mi corazón, el llanto de mis ingles, todo mi cuerpo.
Llovió, y el agua desnuda me caía, me secaba las lágrimas y todavía escuchaba cómo el llanto me lloraba, cómo descendía por la espiral del sueño, y en el sueño se transformaba en alegría.
Amor, hay un séquito en las sombras, una ordalía en que los amantes respiran la luz que los humedece como flores, como cristales descubiertos en una intemperie abrasadora.
El fuego avasalla e ilumina. Soy la portadora, la que lleva el humo de la mano, la que le miente a la llama, la que busca entre los eclipses los escombros, los pecios del amor.
La muerte se olvidaba del deseo, desvanecía la desnudez de la sangre, y en su llamada había un árbol seco que resplandecía con su oasis.

Escuchas

Mi Amor, escuchas cómo cantan las estrellas. Se encarnan en los pájaros y viven de las flores. Se arriman en el cielo en el que viven y se besan en tus ojos.
Amor, mira cómo se inunda esa penumbra que nace de la luz, cuando la luz se me oscurece, cuando los pétalos sobrevuelan esos nidos que las aves abandonan, para llegar a esos océanos de los que parte tu mirada.
Amor, qué arrabales se perdieron en tus brazos, qué hubo en el amor que derrotó las incipientes sombras que, vencidas, se replegaron en una noche que las esperaba con su insomnio.
Qué hay en el amor que aleja el llanto, que da un lugar donde las lágrimas se beben, como si fueran parte de esas cimas donde el sol no llega, en esa nieve que se queda y es la muerte.
El amor se confunde con el tiempo. El tiempo deja de latir y pierde su importancia, y es como una fuente de la sangre que fluye y permanece.

Tu semen

Amor, tu semen es el fruto de mi carne, mi manantial acontecido. Con tu esperma me nacen los recuerdos que se entrelazan en mi boca, cuando mis labios te conciernen, cuando mi lengua te anhela entre la espuma de tus aguas.
Amor, me brotas lento como si fueses todo sangre, como si mi cuerpo se alzara frente al sol, frente a la sombra, y sólo existiese el cielo sembrado por la lluvia.
Amor, qué flores son ésas que se esconden, qué flores son ésas que viven el enigma, que no saben fluir en los caminos, que se precipitan y caen como los huesos.
Y esta caída las convierte en más hermosas.
En estos días hay una nostalgia entre las horas: se convierten en las siemprevivas que aletean en el fuego.
Amor, en esta tierra hay una ternura que se encarna en las hojas de los árboles, una ternura que en el pecado se engrandece, un amor que se alimenta del mismo abismo que lo crea.

sábado, 13 de febrero de 2016

En tus ojos

Amor, en tus ojos veo cómo se me muestra la blancura. En ti soy como ese pájaro que no sabe que hay un nido, y mis alas no se cansan de volar.
Amor, hay en tus labios el poso de un recuerdo. Son mis aguas que se encuentran con tu boca, es mi piel que se declara.
Amor de silencios que se rompen al lado de ese mar que se enfebrece, dime si las piedras que se posan a los lados son de cobre, ese cobre que radica en el corazón, que es incandescente y brilla en las opacidades que se callan.
Amor, si en mí hay un rastro que las estrellas dejaron en mis manos, en las ramas más altas hay un beso para ti, para que te duermas en mis brazos.
Amor, en ti las preguntas se responden, en ti los cisnes son más blancos y la noche más oscura, en ti florecen los rosarios que resbalan por mi cuerpo, en ti mis ingles te amanecen.
Amor, que eres pétalo y que como Melusina tienes cola de serpiente, ámame contra las rosas que se suceden en el cielo.

viernes, 12 de febrero de 2016

Me bebo los caminos

Amor, me bebo los caminos. Son de agua, y me los bebo como me desvivía por tus besos, por tus manos, por tu boca enamorada de esa luz que me sale por los ojos.
Amor, qué iluminaciones me diste en los presagios, que devoraban lo sagrado, que se perdían y se encontraban a la vez cuando llovía, cuando las aceras se mojaban y en el asfalto había un resplandor que resucitaba tu presencia.
Amor, cómo me envuelves. En tus labios vive la ternura, ese dulce transitar entre las horas, esa costumbre de amar, como si amar fuese un nombre que determina el alma entre las flores.
Llego al bosque, al bosque y en su centro miro cómo los ciervos se beben el agua del arroyo. Como Edipo, la ceguera. Como Edipo, me hundo en el incesto.
La caída me hace más hermosa. Como Lancelot, traiciono y miento, y así Dios me sigue amando, como te amo a ti, con este amor de eternas dimensiones, con este amor que me libera de la prisión de un corazón que se alumbra al inundarse.

En ti me busco

Amor, en ti me busco. En ti me vuelan las gaviotas, en ti encuentro los rosales que salen a mi paso con la sangre que vierten en las hojas, en ti soy ese pétalo que me huele a cielo entre las piernas.
Amor, sé que un día volverás. En esta espera te entrego las palabras, los volcanes pequeñitos que me viven, la lava que sustraen, y que se queda ígnea en mi vientre.
Amor, me permaneces. Todo cambia, todo fluye, el río, el árbol, el pájaro que va y viene y mientras se aleja se lleva los brotes del invierno. Y a la vez es un regreso, una vuelta a aquello que hemos sido, un encenderse de la lumbre que nos brotaba y convertía en un mismo corazón.
Mi hombre, construiré la luna con mis manos y te daré su luminaria. Con esa luz entre mis besos, con esa luz entre mis ingles, te daré lo que más amas.
Amor, qué costales llené para entregarte la cebada que me salía de los pechos, el trigo que alimentaba mi costumbre, la avena de mi boca. Qué tabú rompí cuando te amé, cuando en ti el tiempo se diluyó y se reveló inexistente.

jueves, 11 de febrero de 2016

Oigo

Amor, oigo un canto lejos. Se eleva por mi piel, y la acontece. Son tus ojos, que miran mi desnudez desde la cama, que observan cada poro que se me abre entre los pechos, que se citan en mis ingles, y las muestran.
Amor, vestida de lluvia me has amado, desnuda de todo con tu semen, y en la hondura había una rosa muy pequeña que tenía los pétalos cerrados, y la abriste, con cuidado descubriste su rosal, y me la pusiste en mi cuerpo como si fuese la luz de las estrellas.
Amor, cuando me besabas poseías mi boca, mis palabras. Poseías mi alma, que se vertía entre tus labios como el azar se vierte entre las cosas.
Me respiraste, y en esa respiración te mostré lo más profundo, lo que nadie había visto, lo que sólo existía en las imágenes, y en ese imaginario eras tú a quien yo amaba.
Mi Amado, te elevo mi promesa. La promesa que me nace en los pezones, en el clítoris, que anega mi corazón de tu sangre, de la dulzura de tu sangre, del fuego en que se abrasa.

Mi cuerpo

Amor, mi cuerpo vuelve al crepitar del musgo, a extenderse como un mar en tu regazo, a verterse en tus espaldas. Mi cuerpo recupera la memoria del trigo y del acebo, del hinojo, y de rodillas te amo y te venero.
Amor, que eres amor sin que las cigüeñas yazcan en su nido, que escuchas como el Hado se entromete, que sientes la mentira, mira cómo en mis manos hay una verdad recóndita, la que halla el corazón entre las huellas de un deseo que crecería con tu culpa.
Amor, mira cómo mis ojos se dilatan con tus ojos, cómo te me llevas la mirada, cómo mi carne se rebela ante el extraño y es para ti, para que en la piel me dibujes tu inocencia.
Amor, llueve en mis ingles, llueve entre mis pechos, y yo te lluevo entre tus brazos, te llueven las manos en mí, en mi vientre, en mis entrañas, y en ti, en el fulgor oscuro que se inicia, en el beso que se da en el claroscuro, en los labios que aparecen en penumbra y que penetran para devorar todo tu ser, mientras las manos se posan en tu pelo, y en el mío permanecen los posos de tu esperma.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Me abrí al mundo

Amor, me abrí al mundo. Me diste flores como alas, alas como flores. Me diste en los ojos el agua. Me entregaste los caminos. Me desnudaste de ausencias. Pusiste los pájaros junto a mí, y cuando volaron les vi atravesar el cielo que hay en tu mirada.
La espera ya no duele. Vendrá marzo, vendrá junio, y se iniciará el otoño. Pasarán los solsticios, las violetas, los campos áridos, las alabanzas del Dios crucificado que se teñirá de rojo con esas amapolas que le nacen en los pies, y tú quizá no vuelvas todavía.
Amor, vives en mí. En mi alma hay un lugar que es tuyo, que sólo a ti te pertenece: es el espejo donde se mira en su hermosura. Allí me permaneces.
Mi hombre, se me llena la boca con el recuerdo, se despliega la memoria, se despliega por las zarzas que no arden, por los mares que se juntan, por la tierra que subyace a todo océano y que sin ella no se mueve, por la luna que vive con un sol que la refleja, por la noche en que el corazón profundiza en las estrellas.

Encontré las vides

Amor, encontré las vides y sentí tu ausencia como ese vino que en septiembre vendrá con la vendimia.
Ese vino que ocupa sus lugares en otoño, cuando el sol ya ha asimilado los racimos, cuando en la noche las ramas se reflejan en la luna.
Amor, entre esa tierra fértil que germina, la luz lunar me la atraviesa, como si yo fuese parte de esa tierra y de esa luz nocturna.
Entre las flores se palpa el espejismo del amor. El amor es siempre imaginario, pero necesita de los árboles, de las raíces que se reflejan en el cielo. Y tú, lejos de mí, te me reflejas.
Y me miro en esos ojos que son tuyos y hago mía tu mirada.
En tu alma construyo mi aurora. En tu cuerpo mi cuerpo cristaliza entre la lluvia. En tu sangre el río fluye, y ya no hay más ríos que surcar.
En ti el amor es una lanza que se clava sin heridas, una cordillera que se sube mientras mi corazón se desnuda de todas las respiraciones del miedo.

Llegó la transparencia

Llegó la transparencia. Se puso los zapatos, el pantalón, la camisa abrochada, la chaqueta. Salió a pasearse por el bosque, por si allí podía hallar las huellas del amor.
En el bosque encontró la oscuridad y se miró en su espejo. Era más clara todavía, más amante. En su corazón latía la blancura. Sus pies brillaban sobre la hierba como dos guirnaldas que a lo lejos parecían gemas verdes. Eran las sandalias que se puso por error, pensando que el verano llegaría en la proximidad del cielo.
Amor, en ti vive esa transparencia como un nido en tu sangre, los pájaros parpadean con la luz que se desprende de tus ingles, y el semen se inocula desde el trópico.
En las mañanas se eluden las visiones. Pero hay unas formas que se intuyen. Tras las farolas, tras los árboles, encima del asfalto, viven los ángeles y en ellos se respiran.
¿Los ves, amor, entre la lluvia? ¿Les oyes cantar las alabanzas? ¿Ves cómo se inmiscuyen en las rosas y las vuelven violetas? ¿Sientes su aliento cerca de tus labios?

martes, 9 de febrero de 2016

Convertí

Amor, convertí en ruego mi deseo sin saber lo que pedía, y cuando lo supe sentí miedo. La vida es como una escalera en espiral donde asciendes y desciendes sin razón, y cuando el corazón marca las cartas se abre un juego imposible de ganar.
Amor, te elegí entre la hierba. Esplendías. Eras la misma sangre del Cordero, y mi alma venía a gozarse en la hermosura de tus ojos.
Amor, que triste fui cuando alzaste el vuelo, pero luego vino la alegría. Por fin volabas, por fin te ibas a recorrer por ese cielo que se abría ante nosotros.
Vi alas en mis brazos. Podía volar contigo por ese mismo cielo, podía ser el águila que siempre quise ser y abandoné el cisne entre las huellas del agua.
Ahora, que piso tierra firme porque mis alas temieron ser de cera, sé que no soy Ícaro y que el sol puede vencerme, así que iré a ti por la senda de la luna, la senda blanca y pálida de la luna que me dará en su espejismo todo un mar donde anidarme.

En mis manos

Amor, en mis manos hay un camino de regreso. Cuando miro hacia adelante veo cómo el cielo ocupa su lugar, cómo la tierra disminuye, cómo las flores que planté las riega el tiempo, y cómo el corazón las alimenta.
Esta tierra que decrece es como un mar que a sí mismo se mueve, entre olas y entre dádivas, y a la vez, esta tierra se me impone como si se quisiera convertir en un desierto, y entre la arena hubiera escorpiones que con su veneno matasen el amor, y lo escondiesen.
Amor, en lo más puro, en aquello que santifican las alondras, que es el trino de los dioses, hay una encarnación viviente, un hado prodigioso.
En ese destino que huele a fuego, en ese sendero que el amor entrega, hay embarcaciones que no tienen rumbo, trenes que no se detienen en parte alguna, coches que carecen de aceite.
Al emprender esa ruta la incertidumbre acosa, la brisa se convierte en viento, en viento que aúlla en esas noches que parecen no amanecer nunca. Entonces llegan tus besos y son como el salitre: vida y lágrima que se unen en un amor incandescente.

lunes, 8 de febrero de 2016

Necesito tu piel

Amor, necesito tu piel y tu mirada, tus ojos en mis ojos, las hojas de los árboles reverdeciendo entre tus manos, las flores abrasando tus labios en mis labios.
Amor, necesito las huellas que dejas en mi cuerpo, desnudo de memoria, desnudo de las lágrimas que cicatrizaron en tu espejo.
Amor, el deseo es como un cisne que sabe morirá, que entre sus plumas encuentra el holocausto que ofrece con su canto. En su muerte alienta el espejismo del amor, el reflejo que ve en el agua que recrea su belleza, al amarlo se introduce en las profundidades y allí encuentra su propio corazón.
Es mi propio corazón el que te ama, el que desea, el que te piensa, el que te espera, y en esta espera esperanzada, en este encuentro, los astros se suceden.
Se suceden porque este amor es inexpresable. Porque invisible como es, se plasma en las palabras. Porque inasible, consigo que la sangre deje de brillar, y en tu semen las opacidades se dibujan, dándole a la tierra lo que es del cielo.

Qué cauces

Amor, qué cauces busqué para encontrarte. Fui a mirar por dónde pasaban las calandrias, y allí vi un roce de tus huellas. Seguí a las puertas del bosque, y vi cómo en medio se cernía la oscuridad más portentosa, que me impedía rastrear por los caminos, y que me impulsaba a perseguir la poca luz que desde luna se derramaba hasta tus pies.
Continué por el sendero donde caen las estrellas. Allí no estabas. Y después fui por dónde cantan las gaviotas, sobre el mar, comiendo algas y sal, siempre llorando.
Le pregunté a las flores del abismo, les pregunté dónde está mi Amado, dónde se esconde que no le puedo ver, que no puedo besarle, que sus labios huyen de mis labios.
Caminé tras esa línea que es el horizonte, que siempre está lejano, y más lejos de ese lejos convertí en cerca, sin encontrar ni hierba ni colores, ni guías ni hiedras ni sus besos.
Me rendí. Claudiqué. Y al sentarme en tierra vi cómo aparecías, cómo siempre habías estado junto a mí, cómo me vivías, cómo en mi corazón yo te amaba eternamente y en ese amor estabas a mi lado.

A las puertas de este mes

Amor, a las puertas de este mes, la primavera. Oyes tiritar las flores a lo largo del camino, ves cómo se coronan de laurel, cómo el espliego se adelanta y cómo esplenden las mimosas.
Amor, se paró el cielo y dejaron de volar las gaviotas. Se detuvieron por tus lágrimas. Cuando acabaste, volvieron a volar y todavía más alto refulgieron contra el sol que reflejaba sus alas contra el mar.
Amor, con tu llanto yo también te lloro. Los ojos húmedos te miran como si hubieses muerto varias veces, y en esa muerte se va desvaneciendo todo el semen que me diste.
Amor, ¿qué es la tristeza que viene a caballo de la escarcha? ¿Qué es el deseo que permanece en los mismos huesos que devora? ¿Qué sal te puedo dar, a ti que me conciernes como si fueras la mayor de mis constelaciones?
Hay, amor, un escrito en las estrellas. Alumbran las palabras que se comen el papel, y que tiñen mis manos de esa sangre que un día quemará por tu amor, entre tus brazos.

domingo, 7 de febrero de 2016

En estos días

Amor, en estos días en que se acaban los ramos de las rosas, en estas madrugadas donde el sueño se convierte en los ángeles que piensan, te doy las más firmes de las flores, las que son inmarcesibles, las que en el agua son caníbales.
Amor, en mi más puro despertar hay una llama que alumbra los últimos pétalos de las últimas pupilas, que en la mirada ponen coto a lo invisible, mientras lo invisible se derrama.
Amor de elevadas servidumbres, dime si en mi cadalso se hacinan los murciélagos, si en este deseo que devora el alma se orientan los ojos de un Dios que nos pide las entrañas.
Las hojas tiemblan por el frío. Hace viento y el viento difumina los contornos verdes de los árboles, donde se posa el amanecer, y en las mañanas se contiene la noche que termina.
En esta lentitud en la que el tiempo adelanta los relojes, que va girando igual que la Tierra que se envuelve, escribo y te amo en este fragor que incide en todos los silencios.

Sagrado

Amor, eres más sagrado que las rosas, más último que el tiempo. Eres ese último porque ante la muerte sólo tú te quedarás, puro, inalterable, sólo tú, sólo con tu nombre.
El amor siempre se imagina. Es como un bosque y nadie ve el mismo bosque, ni los mismos árboles ni las mismas flores.
Es como un ángel que vive en las tormentas, que se encarna en esa lluvia que nos cae, que se impregna de la sangre de ese cielo que es rojo en el crepúsculo.
Amor, que sobrepasas las razones, que ignoras los motivos, que te engrandeces en tu propio corazón, dime en mis labios crecerá el estanque con las dádivas.
Amor, que te sucedes en mi alma, que traes en tu esencia los ojos de todas las contemplaciones, mírame y dime si este dolor que se anticipa puede resumirse en una fuente que sufre al volcar su propia agua, y que en el agua fluye todo su devenir, y como un gran fruto en sí misma se prodiga y en sí misma es volcán y lava.

viernes, 5 de febrero de 2016

Dónde te perdiste

Amor, dónde te perdiste. Ven aquí, a este lado donde la luz crece todavía, aunque venga la noche en poco tiempo. No importa que esté oscuro. No importa que llegue la penumbra. Brilla el cielo en tu mirada. Tus ojos son el mismo alba que estremece las pulsaciones del frío.
En labios ajenos escucho las voces que parecen las voces del destino. En mi transitar no las escucho. No quiero oírlas ni acecharlas. No quiero llorarte por tu ausencia sino invocar a las crisálidas para que cuiden de ti y te iluminen como pequeñas antorchas milenarias.
Ven, amor, a estos prados donde se extiende la sangre que tirita, donde la luna no se ve, donde la hierba es como un duendecillo que juega al escondite, donde el cuerpo se revela.
Ven. Aléjate y recorre los presagios. Rompe las rejas escindidas. Cava la tierra y con los dientes abre un reguero con sal donde ocultar tus lágrimas.
Ven y acuéstate, amor, y que mis besos sean los mismos labios que me besan. Ven y duerme entre las flores que te doy porque te amo.

En mí crecen las ramas

En mí crecen las ramas que son las flores y los frutos que el amor entrega, la sustancia de ese dolor enorme que nos vive.
Amor, hay momentos crueles en la boca. Momentos de pesar y de tristeza. Ahí el deseo se hace enorme y en el deseo vive el despertar de un ansia adormecida.
Te amo, y mi cuerpo con el tuyo forma un aquelarre de unión y de belleza. Allí soy indestructible. Nada puede alcanzar mi desvarío, nada puede vulnerarme en este amor que se engrandece, y en mí tú puedes cobijarte, puedes entrar y adormecerte, puedes permanecer entre mis brazos y beberte las fresas de mis labios.
Amor, qué frío me envuelve ahora que este febrero es primavera, qué frío me llega hasta el pozo más profundo de mis ingles, que sólo se detiene con tu cuerpo.
Mi hombre, crecerán los astros en el cielo. Se desvanecerán las sombras algún día, vendrán con los luceros, vendrán con las luciérnagas, vendrán con el aire lleno de amapolas.

Me avituallo de sombras

Amor, me avituallo de sombras. Devoro la penumbra. Arraigo en este latir umbrío que me quema. Quiero darte un beso como nunca te lo he dado, sólo unos labios acercándose, sólo un roce que dure eternamente, que siempre esté contigo.
Quiero abrazarte entero, desnudo, que arraigues en mi vientre. Que me llores, si tú quieres. Quiero acariciarte en esa luna que se te pone en la piel y que te acompaña con tus lágrimas.
Quiero entrar en ti, en tu corazón desamparado. Quiero darte lo que nadie te entregó; la misma noche es para ti, para que seas una estrella.
Amor, tú siempre estás. No te separas. Vives en mi cuerpo como me vive la sangre, con su mismo latido y su mismo anhelo.
Amor, en las profundidades de mí nacen los árboles como almas renacidas. Su esplendor es mi blancura. En esas hojas hay una intermitencia: es la muerte que se espera. La savia son los ángeles que lloran por la muerte

jueves, 4 de febrero de 2016

Dame tu cáliz

Dame tu cáliz. Quiero beberme tu dolor. Mis lágrimas llorarán tus lágrimas hasta desvanecer el mundo.
Qué irisaciones da el amor que miro cómo gira la tierra, que siento cómo se traspasa, que veo el declinar del mediodía y el surgimiento de la noche como si estuviese en las estrellas.
Si en mí vive una luna que agoniza, en mi sangre vives tú, y de ti salen todos los murmullos, todas las caricias, todos los besos que te doy, todas las penetraciones de mi ser, que te entrego suavemente.
Hay roces leves en mi corazón que profundizan y llegan a la hondura. Se convierten en las mismas arterias que construyen una casa donde la sangre se cita en la penumbra con tu sangre, donde se desvive la fuente de donde surge su mismo origen, donde corre el deseo de mirarte, y de encenderse en tu mirada.
Amor, se salvarán las rosas junto a ti, y te las daré, y entre tus dedos habrá una luz que no se apaga, la de los pétalos que fueron flor y que ahora te bendicen.

Se me destan las sombras

Amor, se me desatan las sombras. Me laten las palabras. Mi cuerpo reza y se convierte en ese agua que será río, que será océano azul y blanco, ese cielo que llevas en los ojos.
He brillado en la penuria, y en voz baja te he dicho que te amo, que mi corazón se ha envuelto en las membranas de cuando parí el amor, cuando entre mis piernas la sangre se indispuso y la piel se me tiñó, ruborizándose, y fui rosa en un acantilado vespertino al que bajó la noche, que allí permanecía.
Amor, hay senderos que circulan, y hay atajos, y a su lado piedras cristalinas, ópalos que acarician el suelo dulcemente.
En esos caminos se levanta una penumbra que el aire no dispersa, que no aleja el amor y que contiene un hálito de condena.
Me fraguó un espejismo en que la lluvia aparecía como un sueño, y ha vuelto a llover, y llueve quedamente desde el umbral en que las nubes se humedecen.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Qué junglas concebí

Amor, qué junglas concebí, qué silencios me envolvieron. Me fui a buscar aquellas rosas que crecían, que surgían tras de ti. Las sembraste con tu esperma, y eran rojas, como los besos que se dan en la penumbra, como las oscuridades que se esconden tras la boca.
Amor, qué calles anduve. Qué asfaltos recorrí. Que alquitrán sembró de brea mi memoria.
Mi hombre, me nacieron los días que eran sólo noches, sólo quería dormirme y que en mis ensueños vinieras a buscarme.
Qué callada está mi voz cuando te amo, que me vienen las palabras y te digo que eres tú mi despertar, que eres el motivo de mis noches, el origen de ese alba que vendrá y me traerá tu corazón.
Las rosas del camino son esquivas. Vigilan los senderos. Sus ojos son membranas en los pétalos, diminutos esponsales que esperan un anillo, una esfera de redondas latitudes en que derramarse en lo que son, en las que las flores se introduzcan y deseen ser un sueño que te espera.

Hay una huida

Amor, hay una huida que aparece en los caminos. Dibuja una encrucijada, una escalera que va hacia el nunca y evita los presagios.
Amor, me abandono con esas garzas que me sobrevuelan. Recuerdo cómo me besabas, cómo me llovías, cómo el amanecer era en tus brazos un recorrido de tus ojos.
Amor, me entristece que estés lejos, y ver que tus huellas se han perdido.
Veo cómo rozas la emboscada, cómo las hojas se guarecen en ese bosque que el tiempo sembró, y que encendida me guarece de ese sol primario que estalla por el cielo.
Me adormeceré con mis recuerdos, y subiré por los tejados de las casas clamando tu hermosura.
Mi hombre, en derredor se para el mundo. Se quedó en tu sangre, en las cuevas de tu sangre, en sus recodos, y allí me enajené y te di todos los besos que guardé para ti a medianoche.

martes, 2 de febrero de 2016

Hay una línea blanca

Amor, hay una línea blanca que crece en tus reflejos. Atraviesa mi camino, y allá voy, sabiendo como sé que me llevas a la muerte.
En mis aleluyas te amo más. Ayer no te amaba tanto y mañana seré aún más amante, mañana las rosas serán rosas futuras, enamoradas de ese azul que llueve por tus ojos.
Me llevas a la muerte y serás un ángel exterminador que aniquilará las huellas de ese fuego que se alzará entre las estrellas.
Amor, seré hiedra que envenenará los vasos de los muertos, seré la misma tierra que abrirá sus fosos, cubierta de oscuridad y de serpientes.
Mi corazón desaparecido me latirá en las ingles invisibles.
Tu transparencia será líquida. Me llevaré tu semen de recuerdo. Seré tu semen, los nudos de tu esperma, tu sal más primigenia.
Seré la lluvia, me oirás caer y me hablarás y yo misma te encenderé las velas, pulsaré tu reloj, te viviré y dentro de ti veré las flores que tu sangre le devolverá a mi cuerpo.

Hay pétalos

Amor, hay pétalos que nacen de las brasas, flores encendidas, amapolas. Hay caminos empedrados, rocas entre el mar, salitre.
Amor, hazme concubina. Dame las alas que te di, y dame el laberinto. En su interior me dormiré y escaparé a la ruta que me elija.
Amor, en la encrucijada plantaré una cruz, y el desvarío acompañará mi sermón en la montaña, y serás bienaventurado entre todos los corazones.
Mi hombre, los astros temieron su propio declinar, los estanques donde se miraban y en compañía del agua se cubrían con las dádivas que les daba el cielo.
La luna se escondió de mi mirada. La ocultaron las sombras y entre sombras renacía, sobrevivía a las mareas y esperaba el declive de la noche.
En el día aparecía más blanca, espuma de sol que fulguraba en su palidez diurna.
Mi niño, es mía la sed en que me amparo, mío es el estigma que se clava en los umbrales en que el deseo es una lumbre desmedida.

Febrero

Amor, febrero se estremece entre hojas invernales, entre líquenes y arroyos. Me viven los momentos en que los labios se me acallan, en que apenas susurro a mi pesar lo que cantan los pájaros cuando la noche viene y el asfalto se oscurece.
Amor, me vive la ternura. Entrégate en mis brazos, que mi vientre sea tu almohada. Te cubriré con besos lejos de tu boca, te daré musgo para tus pies suaves, mis palabras serán acordes y te adormecerás en mis entrañas. Cuando despiertes te daré más besos, y te daré la savia de los árboles. Mi ámbar se cubrirá de tierra y lo tendrás entre las manos.
Amor, me darás fuego, me darás la llama que no quema, el alma que se debate en la mañana y no regresa. El alma vio el cielo en tus ojos y suavemente se quedó con sus estrellas.
Amor, me mezco en ti. Ahora que vendrá la oscuridad te doy toda mi luz, para que al recordarme puedas ver todo mi cuerpo, y la esperanza de mi cuerpo; su relieve, sus visiones, todos mis sueños.
El mismo sol que se aparece en su desnudez, y la luna decadente que anhela el firmamento.

lunes, 1 de febrero de 2016

Qué jardines vislumbré

Amor, qué jardines vislumbré. Era febrero y las rosas renacían. Entre las sombras habitaba el espejismo, y en el espejo vivía la hermosura.
Amor, en los jardines se abría un cauce lleno de recuerdos. Dejaste mis ingles renacidas; me besabas y en tus labios había un poso dulce que en anegaba de amapolas.
Amor, hay un itinerario en que la bruma se aparece. Es un viaje necesario en que mi alma está contigo. Puse los pétalos en tus ojos para que me vieras todavía más hermosa, y al verme en mi belleza tu belleza trascendía. El lugar dejó de ser inhóspito, y la Tierra giraba y sonreía.
Entre mis manos deseaba rozar un solo dedo de los tuyos, mirar tus ojos y anegarme de la más maravillosa de las flores.
Deseaba tu cuerpo pero mi deseo iba más allá del tiempo, y no me importaba quedarme sólo en tu mirada. Me desnudabas el alma y yo podía escribir en tu memoria.

Te di

Amor, te di los pétalos que me entregó la noche, los envolví en escarcha para que mantuvieran su madurez, su gallardía, para que no osaran marchitarse.
Te los dí con el corazón hendido en la montaña, en la oquedad de una roca que estalló hace tiempo y que en el mismo tiempo se olvidó.
Amor, qué carne hay en las flores que mitiga este deseo, que apacigua el despertar, y tu cuerpo se aparece como una nube inalcanzable, que sólo viene cuando llueve.
Amor, en los pliegues de tus muslos vive la esperanza, y la consigo vislumbrar en tus ingles que amanecen en una aurora que conoce el beso atávico que se inunda de plegarias.
Amor, me lleno de mariposas y de escarcha en este enero inusitadamente cálido que termina. Te sé en la nieve, y la nieve es un fruto del cielo, un fruto de las nubes, una lluvia sólida y necesaria para llenar el hueco de las rocas, para que las rosas florezcan en su seno.

Dónde

Amor, dónde doblaron las ausencias, qué camino emprendieron que no estás acariciándome. Hacia dónde se fue tu sangre, que me quedé en duermevela, y soñé que volvías dulcemente, como un rayo invernal de ese sol que se despierta.
Termina enero y febrero se empieza a vislumbrar, y con él vienen los acordes de esas flores silvestres que aparecen, flores que inundan de amarillo las forestaciones, que se inoculan en el corazón que se lamenta de que estés lejos, amor, de nuestro cielo.
Amor, en tus manos soy como ese pájaro que se desvive por el nido, y al volar viene la añoranza. Añoro esos labios que besaban la hierba, y los brocales, inundándome de agua.
Amor, vienes en este pulso acuático que trae la ternura. Te siento como a un niño que juega con la arena y en sus castillos está el alma.
La vida cotidiana sigue con sus blues, y en esta tristeza se esconde la alegría, la alegría de saberte, de ser en ti lo que yo soy, de derramarme encendida y de amar en ti el alba que me nace.