lunes, 29 de agosto de 2016

En estas sucesiones

En estas sucesiones, en estos nidos que auscultan la trayectoria del sol, hay un sólo itinerario, una sola senda que lleva hasta los resquicios por donde tu sombra seduce los almendros.
Hay un jarrón con agua. Es una jarra andina, que caminó con las llamas que balaban y que se cosían con la lana pedazos de su alma.
Mi amor, ¿sabes que la nube oculta el plenilunio? ¿Sabes que la piel del lobo esconde sus secretos? ¿Y que en el ronzal ardiente sube la temperatura y con ella el clímax se alcanza repentinamente, como un galgo que se fumase una anaconda?
Miro cómo pasa el reducto del amor. Lleva en sí la semilla de la lluvia, el arco que se doró en un torneo áureo, el oro que olvidaste y que me diste con el pie en las espuelas.
Me dueles en estos humedales. Me dueles, mi amor, y te sé, y sabiéndote te sé más todavía. Me llueves, mi Amado, y entre esas horas en que la aurora sigue persistiendo, te emplazo a venir, mi hombre, desde el azul en que tus ojos acontecen.

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