viernes, 25 de septiembre de 2015

Ves cómo el tiempo se ilumina

Amor, ves cómo el tiempo se ilumina. Hay una cualidad en el fulgor que tus ojos me devuelven. Es un fulgor del ámbar, un ansia estremecida de alumbrar desde el principio.
Amor, en ese instante en que deseo perviven las estrellas que murieron a manos de sus madres, y que como madreselvas se quedaron en el cielo.
Amor, me resplandeces. En mis sueños me devoras y renazco del mar, como si el agua se inflamase y el Fénix renaciera allí con sus alas ígneas.
Qué hay en mi corazón que sigue y sigue y no se detiene, que busca amar y a sí mismo se busca en el amor, que te busca a ti y tu necesidad, para cubrir con almas tus abrazos.
Qué hay en tus labios que en mi búsqueda del beso me perdí. Tuve que encontrarme cuando el alba surgió por vez tercera, y en el génesis habitaron la penumbra.
Amor, qué hay en esta oscuridad que nunca vemos, qué cuerpo la habita, qué carne se consagra en ese altar donde el amor yace desangrado.

Serpiente acuática

Soy como una serpiente acuática que desea comer los peces, que desea inundarse en un lecho de piedras, que busca el cauce y el canal de riego para esconderse de los ojos de Dios.
Me sé impura y volcánica, deudora del zarzal, agua que acontece por un jardín lleno de estrellas, que termina en el mar Rojo de la luz.
Amor, vivir por ti es morir un poco. Amar es el reflejo de esa muerte que se inscribe con letras invisibles en el corazón. Mi esqueleto tendrá una piel que lo recubra, hecha de palabras.
Amor, sabes que me vivo. Amo yo sola en esta inmensidad, y es este mi amor un ofrecimiento, una búsqueda, una parada en la salida del deseo, una brutalidad que me contiene, una plegaria que sustenta mi mismo devenir, como un ábside telúrico.
Entre las huellas de este amor enorme surgen las pirámides. Hay un tono de ternura en esta boca que te desea entero, mis labios en ti, en todo tú, en estos albas que me surgen en las ingles y que convierten los atardeceres en crisálidas.

jueves, 24 de septiembre de 2015

La estrella más lejana

Amor, veo acercarse la estrella más lejana, la que se oscurece en la misma oscuridad, la que tiembla allá más lejos que la luz. Sí, la puedo ver, puedo ver cómo se ilumina el mismo amor que nos empieza.
Amor, esta luz es prístina. Inviolada. Lleva en sí siglos de soledad . Es pura, como puros son esos campos que esperan a la madre, esa Deméter que les llueva la misma luz cristalizada.
Camino del mar maldigo la sombra, y la sombra me persigue. No puede dejar de renacer. Me acompaña siempre al lado izquierdo de ese corazón que se alumbra con la cera y con la lluvia.
El deseo es esa estrella recóndita. Siempre nos subyace, y cuando llega a los alrededores su cristal es transparente. El alma transparenta la fluidez del agua. El agua se agita en los ríos de la sangre, en esos arroyos y manantiales que lo forman y que son parte de ese agua que ha caído de los cielos en memoria de la vida. Con la muerte serán más fluidos. Y en los ojos permanecerá tu belleza cuando me beba la última copa y abandone mi alma en el regazo de las noches.

Amor extraño

Amor extraño, que vienes a buscarme con el viento, cuando es tuya la brisa de los álamos que cubren el otoño, esos álamos de alma inmarcesible, con olas de alas de los pájaros.
Amor, torrente de amor que magnificas lo magnífico, que es maravilloso, y entre los paisajes de la muerte puedes ver cómo el cisne se redime, cómo entra en el bosque y busca al lobo y su cálido pelaje. Allí se acuna, allí se mece como un ave pequeña, que olvidó bailar y que olvidó también al alquimista.
Amor, amor que no sabes de palabras, que enmudeces entre pálpitos y carne, que acallas los rumores de las aguas en tus manos púrpuras, que llevas mi corazón como una prenda que perdí en aquel juego en que se vendía el alma o el mismo corazón, y que en la derrota subió a ver a las estrellas y te encontró allí, entre la luz.
Amor, que todo das en beso breve, que eres capaz de enloquecer en el pavor de no buscarte nunca más en ese cielo donde el esperma brota de las nubes.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Por dónde se levantan las alondras

Mi amor, por dónde se levantan las alondras que quieren volar con los vencejos, por dónde van las gaviotas, persiguiendo en ese mar una esquirla de licántropo, amando más al animal que al hombre. Hay una pureza en el pelaje, y esa misma pureza sustantiva el derramamiento de la sangre, ese devorar cíclico de la muerte que siempre tiene hambre y se oculta en su tristeza.
El amor es a veces doloroso. El recorrido en ocasiones es amargo. Tiene una cualidad dura, de diamante hundido entre las piedras, de oro oculto, de mina profunda y levantada ante el mismo Dios que nos escucha.
Amor, si esta dureza me acompaña, si esta orilla se va acercando con denuedo, si la costa me impregna de su sal, si en tus lágrimas puedo reflejarme, si en la sombra hay un aullido que no cesa, entonces te diré que te deseo, te diré que tu esperma me es preciso, y en mi necesidad de ti no temo naufragar porque, si en las profundidades hay búsqueda y camino, sé que encontraré esa corriente que me lleve junto a ti, pues así está escrito en el testamento de esos dioses que desangran el dolor.

El estanque

Amor, hay un estanque donde el agua no se mueve. Está tranquila, como esas tardes de domingo en que el tiempo aparca sus temores, y en que la muerte nos parece más cercana. Morir debe parecerse a ese estar sin ser que nos agravia, a ese estar sin sernos y sin pretender más nada que enquistarnos en nuestra misma soledad.
El amor nos deja espacios, permite que nos miremos desde el cielo, nos abandona en el umbral en el que el sol nos gira y nos envuelve incluso a medianoche.
En esta sed de ti que me atraviesa como un junco que no tiene más que hambre, busco esas aguas quietas, serenadas por el pozo que no deja de brotar, por esas oscuridades intensas que se vuelcan con la venida de la luz.
Alumbro el amor. Alumbras el deseo. Y en esta quintaesencia miro cómo vibran los relojes, cómo se ausentan los relámpagos, cómo evito que las rayas se amontonen entre ristras ajadas y lunares, cómo mi celulitis se llena con el polen de las mariposas.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Hay un un punto de amor

Hay un punto de amor entre las vides, que pletóricas se derraman en las posibilidad de sus racimos, en la ceremonia en que se rinde culto al dios subterráneo que viene a por el vino y que emborracha las sucesiones del deseo.
Hay una vida que sólo el corazón comprende. Un arrabal de los momentos. Un engranaje donde la completud existe. Una soledad que se manifiesta en el vacío, un llenarse para que el alma profundice en los posos del café, en las adivinaciones y en los charcos donde el agua define su misterio.
En reposo, veo cómo las hojas permanecen. Miro el transcurrir de las secuoyas, cómo se eternizan en el tiempo.
Qué corto es el tiempo del amor, y en sus perduraciones aparecen renacuajos que serán en el agua gotas verdes, el esperma del árbol que cae en los arroyos y del que salen los sapos. Como un gran sapo me como tus insectos y soy anfibia, estéril como las esmeraldas y fecundada por el cielo.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Se extienden las flores

Amor, se extienden las flores cuando caminas a mi lado. Se extienden las flores y los astros. Qué hay en esa flor que me regalas cuando camino por tu lado, qué hay en esa luna que se enciende cuando se avitualla con el mar, qué hay en en ese zócalo más oscuro que la misma madrugada que lo miro y me recuerda que la muerte vive dentro de las lágrimas,
Amor, pasa un avión por ese cielo y deja una marca de sus dientes. La cremallera del avión es escarlata y su marca blanca deja un hormiguero que late en ese mismo cielo.
Amor callado, amor que vives en un silencio extremo, que abres un corazón que siempre permaneció abierto a pesar del miedo, o quizá gracias a ese mismo miedo, por el ansia de vencerlo.
Amor, que uniste cristales rotos, que pergeñaste espejos donde me vi hermosa, que bañaste mi corazón en tu sangre regia, que olvidaste mi nombre para que yo lo recordara, que abriste el canal de la palabra, que me diste pequeñas perfecciones, y al darme el cielo me diste el infierno donde he estado, y me quitaste el miedo, y me entregaste las estrellas más bellas del deseo.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Cuánto te extraño

La poesía es como esa palabra que no sale cuando amamos, es ese silencio que queda en la lengua cuando acabamos de hablar y no hemos dicho aquello que queríamos. El orgullo frena y no deja decir cuánto te extraño, tu importancia, como ese cigarrillo que me enciendo, cotidiano, y ahora no estás y te recuerdo.
Ahora no estás y te recuerdo cuando finaliza este verano. Contigo se inició y no has vuelto y quizá nunca volverás, y yo te sigo escribiendo versos porque así me acompañan las mismas soledades.
Hay un punto en mí que es masculino, cerebral, polivalente Hay otro punto en mí que es imaginario, y es como si mi mente me construyera en espejismo y la misma vida fuera una ficción orquestada por los dáimones.
Toda vida es un fluir del tiempo, ya se sabe. Y en mi corazón late una niña que se asombra con la lluvia, que quiere mojarse y no se atreve, porque la mojaron demasiadas veces con líquido inflamable, y en este poema quiero decirte que te extraño.

Al sol le falta el cielo.

Al sol le falta el cielo. El cielo se cubrió de escarcha, de vendavales, y entre amapolas muertas se bebió su lecho de ceniza.
La luna cayó en ocasos. Los crepúsculos la olvidaron y se quedó en el cajón del mueble bar. La mezclamos con el vodka y la ginebra y de un trago la envolvemos con membranas.
Amor, sigue habiendo estrellas en tus ojos. Allí nos sobreviven, dentro del iris en que miro cómo sobrevuelas esa oscuridad tardía que se impone vencedora.
¿Dónde quedó el olvido? Mi memoria no es de clavos. Mi memoria es la derrota de las piedras, las que se comen trituradas por ese tiempo inclemente y basto, que vence sobre todas las flores que me mueren en los ojos.
Amor, hay un cementerio de luz. Allí se oculta el deseo, pequeñito, con su potencia enorme, con sus ríos calmados o en riada, con los mares que esperan las tentaciones, que se precipitan en los abismos que el amor abre dentro de sus fosas.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Me esperas

Me esperas cuando el mar está nublado, cuando llueve, cuando el sol se eterniza entre tus labios.
Me esperas cuando la promesa del beso se te cumple, y se quedan en la cueva las antorchas.
¡Qué difícil el silencio! ¡Cómo guardo la memoria de lo que transcurrió sin que viviera, cómo te desvaneces de mis brazos!
Me siento quimera, luz imaginaria que se extiende en una oscuridad primera, en un remolino negro que tiene hambre, en una nada que tiene por mensaje la palabra.
Se amplía en ti la circunstancia que explota en la tormenta entre intenciones de amor, y que es el mismo deseo que estalla entre los iris que beben en el cielo.
¿Me dejas un poquito de ti en las gotas de la lluvia?
Te me daré entera, hasta la más íntima de las gotas del amor será de ti, y cuando sea tuya te diluviaré en el corazón, te daré lo que guardo entre mis ingles, su carne y su sustancia.

En ti

Amor, en ti, siento en ti, deseo en ti, soy en ti. Mi pájaro loco, mi vendimia. El vino que se quedó entre los labios, que manchó los dientes con la vida, que suspiró con el ansia de ser vino y de quedar en la bodega, en las marsupiales bolsas de mis pechos.
Las amapolas ya murieron, el calor se las llevó. Quedaron los campos sólo verdes, enrojecidos por la noche.
Amor, que hay en ti que me maldice, que maldiciéndome me ama, que hay en mí que te desea, que hay en mí que tras arrancar las raíces de las flores, éstas vuelven a crecer, y yo soy la flor que crece y que devora entre mis piernas el ansia de la palpitación, de la misma palpitación que espera sin esperanza de encontrar lo que guardas en tu pecho.
Amor, me salí a la noche a vislumbrar lo que esconden las estrellas, ese vacío enorme que has dejado, esa pulsación fría que me quema en el verano, en estos días en que hace cuarenta y ocho años que nací a las puertas de los fulgores amarillos de un otoño que llegará sin que tú vuelvas.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Tu semen

Amor, entre tinieblas el día se derrama. Presiento en ti el amor, el deseo de un amor inenarrable, el vestigio del pan y su molestia entre las sábanas, el pan de la hostia, el que te doy cuando pasas a mi lado y me miras con amor de galletas, un amor que es deseo que es amor que es ansia que es amor y el beso de ese amor entre tus piernas.
Me concilio con el mundo a partir de tu semen. Te devoro a partir de tu semen. Te amo y más, y más que el además que te sostiene.
Alucino en tu sombra. La sacas de paseo, como al perro, y como el perro tienes ganas de pillar una perra en celo, y me ves y sigues caminando.
No me hueles el celo y me dejas desesperándome de encontrarte, jodida y sin joder, y me dejas y te vas y te persigo. Pero solo te encuentro frente al mar y reflexionas sobre el agua, filosofas, hablas y yo sólo quiero tu polla. No me hables de los corazones que sufren. El mío ya sufrió lo suficiente.
Ahora, frente a la arena, bájame las bragas y métemela.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Hay en el silencio

Amor, hay en el silencio un alarido que corta las crisálidas. Las cercena, las irrumpe. Colecciona sus pedazos como cromos infantiles, y las tatúa en su piel oscura, de ramas negras y crecientes.
Hay en el silencio una nube que brota de la lluvia. Llueve y el agua se cristaliza en ese cielo que nos sirve como espejo. Llueve en el corazón del mundo, llueve su penuria, su tristeza, su ruindad.
También llueve el amor, y su cuidado. El amor, entre cerrojos, entre puertas atrancadas, entre tapias y cementos.
Amor, los metales se transmiten a si mismos la electricidad del calor que huye, el seno de ese calor y sus luciérnagas, los besos que se dan en el borde de su huida, escapando y cayendo, descendiendo a los infiernos y resucitando al tercer día.
Amor, abrázame y dime que en la lluvia me diste tu mirada, dime que los pájaros se posaron en mi mano como azores, como gavilanes, como águilas y que terminaron siendo buitres para comerme tras mi muerte y ser en ti la que te ama.

La lluvia

Amor, qué calles relucen con la lluvia que cayó en el mediodía, qué asfaltos poderosos nos encuentran sentados tras la mesa, con el vino que compartes con el pan, y el azúcar que la madre ponía en la niñez, que endulzaba el dolor y la amargura.
Amor, ha llovido en la ciudad y en estos barrios donde los bloques de pisos se suceden, en este barrio obrero donde se compra con carrito, y en los bares la gente se dispersa y se entretiene.
Aquí te escribo estos poemas. Estos versos dedicados que nunca leerás, que no creo que ni siquiera te interesen, pero así puedo pensar que estás conmigo mientras te escribo estos poemas.
Ha llovido, mi amor. El agua se ha llevado pensamientos, se ha llevado amores insensatos, y me ha traído las bienaventuranzas que el Cristo proclamó en sus peregrinaciones.
Quisiera exiliarme entre tus brazos, que el destierro fuese una experiencia de amor entre tus besos, llegar allí donde las profundidades se llaman profundidades, donde la hondura se ve sin necesidad de microscopio, donde el valor no está en la espada sino en el hondo corazón de los relámpagos.

Besa mis pechos

Amor, besa mis pechos y anégame de semen. Lléname entera, llena mi piel, mis labios, mi corazón. Que me entre tu esperma por los ojos.
Amor, el cigarrillo se prende y el humo se dirige hacia el techo blanco, recién pintado de esta habitación, y entre las brumas tus fotos me señalan el camino que debo seguir, el camino solitario de quien es feliz consigo misma, el camino en que el desierto ya ocurrió, y se sobrepuso.
Amor, aquí, lejos de esas montañas que te retienen, donde estarás aún en algún tiempo, veo cómo se detienen los pájaros en las cuerdas de tender, y te envío desde sus alas mis miles de alas blancas para que tú también te sobrepongas.
Amor, en el silencio hay una cualidad extraña, hecha de basalto y con la hiedra rondando sus escamas. Es un silencio oscuro, de la noche, de esa entraña que se vive y que se quema con la ancestral piedra de fuego con que lucía el sol en las cavernas, cuando el Inca pretendía violar a las doncellas, cuando las doncellas decidían dar el paso, y ser las reinas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Hay unas nubes

Mi amor, hay unas nubes que parecen de granito. El cielo duele, y en tus ojos puedo ver cómo gira el universo.
Quiero que me abraces y me beses, y en esa tierra gélida que levanta sus montañas en este continente hay un hielo que eterniza el palpitar de las flores en la nieve.
Amor, hay un designio entre mis huellas. Los encuentro cuando reviso mis zapatos, las sandalias que aún llevo en este verano que termina, y que quedan en las vides que se derraman en el mar.
Amor, me oscurezco en la noche que vendrá y encuentro a Parsifal entre mis platos, en los vasos que están sucios y en los cubiertos, en las servilletas, pues el Grial está en todas partes y por eso no lo vemos. Está en tus labios, en esos dientes que me muerden cuando el hambre los aprieta, en ese pecho que me cubre cuando tus ingles aparecen como si la misma Virgen bajara y te quisiese.
Amor, ruedas sobre la nocturnidad y me envías sueños, y en mis sueños eres para mí, sólo un ratito, sólo un poquito para mí, y ya te vas y despierto entre las sábanas sintiéndome muerta.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Los días se suceden

Amor, cuando los días se suceden, cuando los acordeones dejan de sonar, y mudos se hacinan en las partes oscuras, el silencio pesa sobre todos nosotros.
Te encontré cuando los ríos decrecían, al lado de los muladares ciegos, y la hierba era segada por los hombres, y con ella a mí me asesinaban.
En las plantaciones dormidas el sueño se esperaba con determinación.
Al llegar la mañana los cristales amanecen con el vaho, y parecen llorar porque la noche ha ido a oscurecerse. El otro lado y ese sol que todo lo arde sigue una trayectoria de fuego enloquecido.
Amor, dime si encontraste en mí las herramientas del fuego solar, si la luna te puso en las manos mi sangre y mi cintura, si mis pechos se congregaron en tu boca, si yo he sido la Gran Prostituta, la de los jamelgos parados, la de la jauría acallada por la carne desnuda, la que se elevó sobre el cuerpo y te dijo te amo en transparencias enormes.

Mi caracola

Mi hombre, mi caracola. Mi chico guapo, mi caramelo. Me permito ser cursi, y tú me permites todas las elucubraciones. Alucino contigo, tío. Me embriagas. Me das el pozo de donde saco el agua. Me haces trenzas en el pelo, me lo acaricias desde donde estás, y yo te siento desde aquí, y lastimado.
Mi hombre, mi caracola. Mi chico guapo, mi caramelo. Por ti me esperan en la cumbre la cabra y el ciempiés. Por ti sobrevuelo el cauce oscuro de las riadas que traen consigo las palabras, las circunvalaciones de un amor que sabe de azares, de esas casualidades que embisten el calendario, esas zonas profundas que se llenan de lágrimas, esos clamores que se van andando, esos verbos que llevan en sí un ramo de madreselvas.
Las estrellas se esconden en tus ojos. Los mares las habitan. Los versos se me encienden recordando tu mirada.
Amor, las borrascas me llevan junto a ti, al lado de esa playa donde estabas, donde paseaste, y en tus huellas me dejaste con la escarcha.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Me siento en ti

Amor, me siento en ti. Como si tuviese una carabela para ir a navegar junto a los cielos y pudiese llegar al horizonte, me siento esta tarde de jueves, y te escribo.
Las crisálidas me nacen, se me incrustan y me viven dentro del corazón. Cuando surgen son como bacterias venenosas. Su veneno es rojo y aparece en las mismas venas que se paran.
Entre las llamas veré todo el amor. Lo veré elevarse, volverse humo. Lo veré saberse en su misma circunstancia, lo veré alto y silencioso, llamando a la puerta que todo lo perdona donde el sabio consulta sus papeles y sus mapas.
El sabio será mujer y sabrá de menstruaciones, sabrá de anhelos y de úteros, sabrá de sacerdotisas dedicadas al dios de los excesos.
Entre las piernas me surge el imprevisto. Amor, cuántas luces me derramas. Iluminas lo más profundo de mis ingles con tus besos. Y en mi coño se detiene el tiempo, como si la noche no existiera y sólo cayese el sol entre mis brazos.

El olvido

Amor, disuelves las tinieblas. Mi hombre, ves cómo las piedras se reúnen y el sol las resplandece.
El sol las resplandece entre temblores de agua y de lluvia aún no nacida, entre ríos reincidentes y pétalos caídos.
Aquí hay sillas, un cristal opaco y puertas encerradas. Tras las puertas hay mujeres que trabajan con las penas de los otros.
Amor, me diste palabras, miles de palabras. Me diste amaneceres y en esos amaneceres de luciérnagas invitaste a las estrellas.
El poeta es un abrillantador de estrellas y yo abrillanto mi piel para que el polvo estelar me llene las ingles desde ese cielo de donde cayó sobre mi cuerpo.
Amor, los días me vencieron. Dijiste de olvidarme y en el transcurso de tu olvido te escribí. Mientras me olvidabas yo quería ser en ti. Tú me rechazaste pero yo seguí escribiendo: me habías dado las palabras.
Mis palabras, como mis ingles, eran tuyas. Te las di en una tarde en que los jueves eran jueves, y no dejaban de ser jueves hasta el viernes.
Y ese jueves te las puse en el ojal, y pasaron sábados, domingos, también miércoles y tú sigues olvidándome.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Permanezco en ti

Amor, permanezco en ti. Amor, no te he olvidado. Y en ese no olvido que es de ti hay un beso y la sombra de ese beso.
Amor, con el olvido que no es de ti hay un roce verdadero, un roce imaginario, un roce que es próximo en el tiempo, un deseo de ese roce, de este tacto salvaje que se desvanece entre tus labios
Amor, cómo me prendí. Entre las hojas que en la lluvia se humedecen hay un león que espera desvanecerse en esas mismas aguas. En esta lluvia que está cerca, que nada perdona y que cala por encima de los muertos, hay una mirada limpia, que te intentar presentir sin conseguirlo.
Tus ojos miran desde lejos.
Miran al vacío, a ese cristal que refleja el alma, ese cristal que se alimenta en los parajes donde la luz se deshabita, donde aparece la negrura, donde revive el río que está contaminado, donde la lluvia es mucho más que lluvia y no nos deja de mojar, en estas tormentas en que septiembre se refleja como un lecho solitario.

martes, 1 de septiembre de 2015

Los paisajes

Amor, estos paisajes son como el lunar que llevo sobre el pecho, son pequeños, como pequeña es también esta memoria que olvida recordándote.
Con este poema inicio mi silencio.
Amor, te construyo un cielo, un cielo subterráneo, en que los pájaros volarán entre las minas, un cielo de palabras y de papel donde los huevos estallarán entre los nidos.
La hojarasca del suelo será enorme en este septiembre que renace entre las nubes, en este septiembre en que nací, este otoño que prepara sus inicios en el tiempo y que transparenta las hojas ya caídas.
Amor de estrellas que vislumbran los espejos donde el sol se mira su pelo encrespado, donde el sol es tributo de sí mismo y condena su deseo.
Amor de aceras peligrosas donde el cuchillo anda desnudo, me dirás si me convierto en una iguana, una iguana con ojos de más iguana, áspera al roce y reticente al abrazo, que se resiste al beso, porque el recuerdo de ese beso se inscribe en la fuente que se secó en el olvido, que ahora busca el agua y el espejismo de ese agua en esos tus ojos que me miran tristes.