sábado, 18 de junio de 2016

En los besos

Qué hay en los besos que son como umbrales descendidos, cuando tus labios se aproximan, cuando los míos se te acercan, cuando nos cruzamos la boca en nuestros cuerpos. Te lamo las ingles y la caricia más íntima se da en la boca.
Se da en la boca con un ramo de flores. Con toda esta luz que se confunde en las horas oscurecidas de la noche, cuando allá arriba corren los pétalos de los astros que transcurren en su propio transitar.
Lucho en esta arena con mi propio corazón. Desdoblo las campanas. Desciendo a los abismos, donde sé que el amor es como un ángel que cayó entre la ternura y no puede desasirse de esperar en lo invisible.
Mi Amado, qué tormenta hay allá arriba, que los rayos no me alcanzan. Soy una Sémele que mira desde lejos los resplandores del dios.
Le doy los dones a Afrodisia, que despertó de entre mis piernas. Cogió amapolas y las cubrió de semen.

miércoles, 15 de junio de 2016

Tengo en los labios

Tengo en los labios un beso para ti, para que duermas. Te dormirás y te miraré dormir desnudo. Entraré en tus sueños como la que te ama más, como la que viviría por ti el claustro de tu ausencia.
Por ti soy hermosa porque mi alma se embellece. Por ti soy la vida que me nace entre las piernas. Por ti soy la muerte que me aguarda.
Las ninfas rezan el rosario. Dejaron de ser vírgenes hace tiempo y le oran a María, que era mujer y las amaba.
En mis recuerdos se avitualla la memoria. Desciende de la cumbre del olvido y va recogiendo sus maletas, va guardando la vida en la pared por la que baja.
Reposa en la cueva y sigue descendiendo. Entre las rocas se encuentra en el deseo. El deseo es un barranco sin espadas. Sólo el mar espera al otro lado. No hay más que mar y nos mira, magnífico en sus rosales.
Como un corazón que surge en la profundidad, se alza el abismo que espera transformarse en cielo.

sábado, 11 de junio de 2016

Amanecerse

En este amanecerse se recorre la piel que se te entrega. Como un sol que llueve, como una sangre que poco a poco va avanzando, se nos cruza el iris de los ojos en una mirada llena de verdad, en una mirada que aprisiona en las pupilas el corazón del otro.
Tú, mi corazón. Los campos son baldíos a tu lado. El cielo es menos azul que son tus ojos. Las flores huelen en tu cuerpo, y en tus huesos se reflejan con los tallos.
En la almohada veo cómo tu pelo cae entre mis uñas. Te lo peino, y te beso en esa piel que me concierne, que es más mía que mi misma piel y mi mismo pelo.
Entre tus ingles me abandono. Sé que siempre estarás, junto a ese rojo que el cielo es por la mañana, en esa aurora en la que creces, dentro de ese sol que me contempla desnuda entre tus brazos.
Qué reliquia mayor que un pétalo, que derramarse mayor que el beso, que unión en el alma con una lágrima que derritió el deseo.

viernes, 10 de junio de 2016

Se me llevan

Se me llevan el negro de mi corazón. Me lo roban. Y lo necesito para amarte, para ofrecerte mi blancura.
Qué haré sin ese negro que transita por la noche. Qué haré sin esa espada que Damocles puso sobre mí. Qué anunciaré cuando me duerma y el sueño se vengue de mis posesiones del cielo.
¿Con qué lágrimas lloraré la tempestad? ¿Qué soledades me vigilarán desnuda? ¿Qué oscuro tramo del camino se me vedará, como si mis pies no pudiesen pisar el barro tenebroso de los montes?
Mi Amado, coge el águila y pídele que vuele sobre las simas, que descienda en el abismo y que busque en el vacío la negrura, y me la devuelva entre ramitos de azahar.
Me la inocularé en las ingles, para tener de ti hasta lo más fiero, todos los matices del odio más abyecto, todos los detalles del dolor.
Ansío vivir y ansío amarte, mi niño de relojes, mi hombre de espejos amplios y de azogues donde los ojos de Dios se transparentan.

jueves, 9 de junio de 2016

Añoro

Añoro el tiempo que no transcurre, el deseo que se enciende en las horas prístinas de este verano que vuelve con sus claros y sus amapolas.
Añoro el tiempo que vivo sin ti, y los instantes me desviven como la misma sangre que me recorre como si fuera la misma penumbra.
Mi Amado, si estuvieras aquí, al lado de estas flores que se derraman en mi carne como niñas hambrientas, sería la mujer que he sido entregada al laurel que pongo en tus manos.
¿Qué hay en mí que es como una mina, que debo descender por la escalera a buscar el diamante que pongo en tus ojos?
¿Qué cristalina fuente es como un río que se llena de crustáceos, que se llena de líquenes y que en el musgo encuentra su reposo?
¿Qué rosa me crecerá en la piel, qué sombra de la rosa me alzará al lado de un cielo proceloso que niega las corrientes?

miércoles, 8 de junio de 2016

Se me vierten

Se me vierten los instantes. Se me llenan. Son como una caricia de nenúfares, como un derramamiento.
Se humedece el tiempo entre las sendas de un caminar entre los árboles, entre árboles que agachan la mirada para poder llegar antes al cielo.
Arden las sendas que traen el luto de las conmiseraciones, cuando el duelo se une al despertar, cuando el amor adolece de la pureza prístina del deseo.
El deseo se convierte en un mar lleno de la sangre viva del Cordero, se convierte en palabra que azulea en tus ojos como un mar sediento, es como una esmeralda cuando le quitan el negro de la mortificación.
En nuestros corazones vive la corriente, vive en manantial que todo recorre en su agua mansa, en su agua blanca de contornos grises, que se vive en sus grises y se calienta en los grifos donde va a parar en esas casas sin porticones ni cortinas, sin techo bajo, sólo iluminada por los astros.

martes, 7 de junio de 2016

Hay un río

Hay un río en el estrecho del silencio. Es un río sin rumores ni corrientes. Fluye despacio y sin desembocadura sigue eternamente su fluir entre los corazones de la tierra.
Es un río que no refleja los espejos. El agua se mueve con la aurora y duerme por las noches. Es un agua mansa, de bello despertar y de sueño inmenso.
Ese río es el amor, y en su cauce vive un deseo calmo, una fuente que es manantial que arde, y que se convierte en caricia, en piel de llama y en reflejo de un Dios que sueña el mundo.
Ese río es el alma, que se incendia cuando se enamora, que recoge las flores del corazón y las mantiene mojadas, las llora con su hálito y las siembra en los mismos pedacitos de la fragua.
Como un océano que detiene sus pasos y que termina allí donde nace el hielo, el río sigue su transcurso por los páramos, con el lodo que arrastra y con las piedras de una aridez extrema.
Así vive el amor, inmerso en su contrario, así el deseo que se llena de nada, y el vacío intenso que también se llena de su enemigo que lo transforma en agua.

lunes, 6 de junio de 2016

Renacen

Renacen en ti las amapolas. Me llenan el vientre con tus ojos. Me llena las ingles tu mirada.
Cómo el espejo me muestra la memoria, cómo concluyen las aristas la circunferencia del adiós, cuando despediste a la muerte conquistada y le diste eternidad.
Mi Amado, sientes el batir de las estrellas. Cómo concilian su camino con el negro vacío de la nada. Cómo bifurcan sus fusiones de brillo y de basalto. Las cadenas son como esas esclavas que ignoran su camino, se amarran en la nave, y el timón les huye de las manos.
El amor se sucede despacio. Es como una aceleración del infinito. Se abisma en el frío que lo niega y se siembra por debajo del corazón, como si los cereales alimentaran sus encuentros y la noche llevase a las alimañas junto al río en el que corre.
Como en un sueño levantas las antorchas. Las riegas con el fuego. Las humedeces con tu esperma. Son teas furiosas, y en el canto se oyen las luciérnagas. Respiras el humo de las consagraciones de los cuerpos desnudos que se aman por encima del cielo.

sábado, 4 de junio de 2016

Dejaste el jardín

Dejaste el jardín a mediodía. Te fuiste por el camino más largo, por donde viven las secuoyas. Las nubes encontraron su rumor entre los árboles. Se decidieron a ser nubes y a escalar sus posiciones en el cielo, que derramaba su azul por donde el verde era más verde todavía.
En el aire había un hálito poderoso. Un alumbrarse entre las ingles. Un nombrar los espectros del día que se quedan en el pecho y alientan los nudos del corazón.
Te marchaste dejando las huellas en mis manos, tus huellas que me comían en los ojos, como cuervos desatados, como sombras en el día de mi muerte.
Te pedí una última estrella, y me besaste. Me besaste contra el olvido, contra la ausencia, contra el mundo que se desparrama entre los mares y no quería regresar donde mis pájaros.
Tus ojos me alumbraron el deseo. Apareció como una marioneta, como un pedazo de madera que viviese en su propio transitar, como un pequeño espacio en que la nada se cebó, y dejó su semilla verdadera que me creció en las pupilas.

Hay una nebulosa

Hay una nebulosa que me espera. Se me cierne en el ombligo, y me dispara. Soy como un cañón, como un obús que cae entre tus brazos.
Entre tus brazos rememoro aquellos días en que todo era una estrella, en que la vida se nos agotaba en los instantes, porque en ellos se agolpaba toda la sangre y la metralla.
Amor, las armas me sostienen. Soy como un fusil cargado, como una pistola llena de balas, como un mortero, una bomba que cae desde el cielo.
Caigo junto a ti, junto a tus pasos, junto a esas huellas que dejas en el suelo, junto a esa tierra que habitas como un niño, junto a tus castillos de arena y a tu plato de acelgas.
El amor se sostiene entre telares que tejen las sombras. En ellas se mantiene. De ellas es el duelo de los pájaros, el sostén de los milagros, el Cristo que se levanta de la tumba, el olor del cierzo y de la espuma, el deseo de ser y de llegar hasta lo alto, de besarte en la boca y en los labios, de follarte contra el tiempo, de devorar tus huesos y de ser tu cuerpo.

viernes, 3 de junio de 2016

Moriré

Moriré por ti, a las diez de la mañana. Sonarán los campanarios. Se elevarán las elegías. Llorarán los pájaros que canté y el mar sollozará todas mis lágrimas.
A las diez de la mañana me pisarán los galgos de la muerte, los que la alevosía atravesará en mi destino de arena desangrada.
Moriré por ti y en mi sonrisa quedarán los dientes, conmovidos por la manzana que guardé por desearte.
Eres todo mi motivo, toda mi acechanza. Un deseo brutal de poseer en mis ojos tu mirada. Un anochecerse entre ese cielo amanecido que conserva la blancura lunar en sus desvelos.
Moriré por ti en la mañana, allá a las diez, cuando ya se ha comprado el pan y los semáforos cambian de carril, cuando los coches están aparcados frente a las casas de labor, cuando el amor se esconde entre los pliegues de la carne y se convierte en un tesoro oculto, en el mayor de los amores, en ese transitar oscuro desde el humo se transformó en ceniza.

jueves, 2 de junio de 2016

Mayo

Mayo está a punto de morir. Me pongo las sandalias. Piso por tus huellas, cuando tus labios morían por la sed de entrarse con los míos.
En la acera se van los tulipanes. Alguien los plantó con la alegría de derretirse con sus hojas; alguien los sumió en la más pura oscuridad con los jazmines.
Nocturna me desvelo entre tus brazos. Desnuda te persigo, y en mis dedos se acaban las plegarias.
Los crisantemos florecieron en la dehesa de la orilla. Como en un río recorrieron los lugares donde despertaron las mimosas, y ahora que el invierno ya murió, su sueño vivifica primaveras.
Cómo luce el amarillo entre la hierba. Las olas extienden tu mirada con el mar en el fondo de tus ojos.
Los pétalos rojos son sagrados. Fluyeron y cayeron desde el cielo. Dios los consagró, cubriéndolos de esperma.
Qué ángel visitó todas las tierras que se envolvían en tus pies. Qué hielo sofocaron tus pisadas. Qué desnuda quedó la escarcha entre tus besos. Qué mina de amor me has ofrecido.