Blog de Teresa Domingo Català
Blog de poemas eróticos, místicos y amorosos, de Teresa Domingo Català.
domingo, 6 de noviembre de 2016
miércoles, 31 de agosto de 2016
En estas extensiones
En estas extensiones que vienen mientras tanto, en estos apuros de mimosas que no saben cuándo florecer, vive cerca un río, un río que surca por los humedales imaginarios del amor.
Es este río una plegaria que se junta con el agua. Es sangre de pájaro invisible. Es el semen que entre tus piernas desciende y se convierte en la hostia de la consagración.
Como el Cristo camino sobre el mar. Se me llevan los acuciantes cantos de sirena que trato de escuchar entre las olas. Me dicen que estoy viva y que te amo.
Amor de muchedumbre, ¿entiendes la palabra que llena el corazón? Es de mimbre, y al mimbre pertenece.
Llegas hasta mí en un caleidoscopio donde miro la pureza. Hay un ansia en la piel que me transita, un deseo que lleva en su sustancia un rojo inaprensible, un rojo que libera todas las pasiones, todos los encuentros, todos los instantes en que la sangre abandona su corriente y se traspasa por los ojos, atraviesa tu mirada y se cuela por los intersticios de tus labios.
Es este río una plegaria que se junta con el agua. Es sangre de pájaro invisible. Es el semen que entre tus piernas desciende y se convierte en la hostia de la consagración.
Como el Cristo camino sobre el mar. Se me llevan los acuciantes cantos de sirena que trato de escuchar entre las olas. Me dicen que estoy viva y que te amo.
Amor de muchedumbre, ¿entiendes la palabra que llena el corazón? Es de mimbre, y al mimbre pertenece.
Llegas hasta mí en un caleidoscopio donde miro la pureza. Hay un ansia en la piel que me transita, un deseo que lleva en su sustancia un rojo inaprensible, un rojo que libera todas las pasiones, todos los encuentros, todos los instantes en que la sangre abandona su corriente y se traspasa por los ojos, atraviesa tu mirada y se cuela por los intersticios de tus labios.
martes, 30 de agosto de 2016
Llegué del glaciar
Llegué del glaciar del norte y me acurruqué en tus brazos. El hielo me besaba. El hielo concernía esas primaveras que ya se sucedieron, y que plantaron nubes en tus labios.
Mi amor, en este abrirse en este agosto que casi cesa de latir hay una línea diáfana que cubre el mar y lo aleja del horizonte. Flota como un muerto flotaría en los alrededores de la espuma.
En esta muerte necesaria que precisa un colofón te siento en mí, dentro de mis interiores más profundos, en medio de mis vísceras, en mis entrañas más ocultas. Eres tú el que viene, el que se esconde dentro de mi piel, en el bolsillo en que me fulguró la piel para anochecer en ti la misma noche que te prende.
Mi Amado, que eres más en mí que todavía soy en ti, no me importa llegar hasta la luna, no me importa el hambre de mis piernas, la sed de mis corazones, la sangre que es inmaculada pues me besaste, amor, entre tu boca. No me importa, te dije, el andurrial más violento, el cielo más sumergido entre lluvias que humedecen el barro.
Mi amor, en este abrirse en este agosto que casi cesa de latir hay una línea diáfana que cubre el mar y lo aleja del horizonte. Flota como un muerto flotaría en los alrededores de la espuma.
En esta muerte necesaria que precisa un colofón te siento en mí, dentro de mis interiores más profundos, en medio de mis vísceras, en mis entrañas más ocultas. Eres tú el que viene, el que se esconde dentro de mi piel, en el bolsillo en que me fulguró la piel para anochecer en ti la misma noche que te prende.
Mi Amado, que eres más en mí que todavía soy en ti, no me importa llegar hasta la luna, no me importa el hambre de mis piernas, la sed de mis corazones, la sangre que es inmaculada pues me besaste, amor, entre tu boca. No me importa, te dije, el andurrial más violento, el cielo más sumergido entre lluvias que humedecen el barro.
lunes, 29 de agosto de 2016
En estas sucesiones
En estas sucesiones, en estos nidos que auscultan la trayectoria del sol, hay un sólo itinerario, una sola senda que lleva hasta los resquicios por donde tu sombra seduce los almendros.
Hay un jarrón con agua. Es una jarra andina, que caminó con las llamas que balaban y que se cosían con la lana pedazos de su alma.
Mi amor, ¿sabes que la nube oculta el plenilunio? ¿Sabes que la piel del lobo esconde sus secretos? ¿Y que en el ronzal ardiente sube la temperatura y con ella el clímax se alcanza repentinamente, como un galgo que se fumase una anaconda?
Miro cómo pasa el reducto del amor. Lleva en sí la semilla de la lluvia, el arco que se doró en un torneo áureo, el oro que olvidaste y que me diste con el pie en las espuelas.
Me dueles en estos humedales. Me dueles, mi amor, y te sé, y sabiéndote te sé más todavía. Me llueves, mi Amado, y entre esas horas en que la aurora sigue persistiendo, te emplazo a venir, mi hombre, desde el azul en que tus ojos acontecen.
Hay un jarrón con agua. Es una jarra andina, que caminó con las llamas que balaban y que se cosían con la lana pedazos de su alma.
Mi amor, ¿sabes que la nube oculta el plenilunio? ¿Sabes que la piel del lobo esconde sus secretos? ¿Y que en el ronzal ardiente sube la temperatura y con ella el clímax se alcanza repentinamente, como un galgo que se fumase una anaconda?
Miro cómo pasa el reducto del amor. Lleva en sí la semilla de la lluvia, el arco que se doró en un torneo áureo, el oro que olvidaste y que me diste con el pie en las espuelas.
Me dueles en estos humedales. Me dueles, mi amor, y te sé, y sabiéndote te sé más todavía. Me llueves, mi Amado, y entre esas horas en que la aurora sigue persistiendo, te emplazo a venir, mi hombre, desde el azul en que tus ojos acontecen.
domingo, 28 de agosto de 2016
El transcurrir
¿Oyes cómo transcurre el mundo? La brisa se me pega en la piel y se amuralla, como un transcurrir cercano en este cuerpo que se llena de ternura.
La ternura, amor, tú me la diste. Me entregaste una caléndula y la planté entre mis pechos. La regué con pedacitos de mi carne y entre los pies derramé un trozo de espejismo, una visión, para que me los lamieras, para que mis corazones latiesen en tu boca.
Mi Amado, qué sucesos llegaron a entreabrirse entre tus labios. Quedé desnuda con tus besos, desnuda de deseo y de memoria, desnuda sola con mi sangre, y llena de una penumbra luminosa.
Qué metales estallaron en el descenso al inframundo. Cómo Perséfone esperaba que llegase el luto del invierno para vestirse con las flores que contiene la germinación del frío.
Entre los ramos de las rosas, entre los líquenes habita un amor que es deseo, y un arlequín se viste con la furia de ese tiempo que nos vive, y que se lleva la eternidad entre sus labios que besan a la muerte y la concitan en lo más profundo del Hades.
La ternura, amor, tú me la diste. Me entregaste una caléndula y la planté entre mis pechos. La regué con pedacitos de mi carne y entre los pies derramé un trozo de espejismo, una visión, para que me los lamieras, para que mis corazones latiesen en tu boca.
Mi Amado, qué sucesos llegaron a entreabrirse entre tus labios. Quedé desnuda con tus besos, desnuda de deseo y de memoria, desnuda sola con mi sangre, y llena de una penumbra luminosa.
Qué metales estallaron en el descenso al inframundo. Cómo Perséfone esperaba que llegase el luto del invierno para vestirse con las flores que contiene la germinación del frío.
Entre los ramos de las rosas, entre los líquenes habita un amor que es deseo, y un arlequín se viste con la furia de ese tiempo que nos vive, y que se lleva la eternidad entre sus labios que besan a la muerte y la concitan en lo más profundo del Hades.
lunes, 11 de julio de 2016
Los recuerdos
Mi Amado, los recuerdos se escapan en un transcurrir del mediodía cuando el sol ha diluido la memoria. En la memoria vive la nostalgia de un acontecerse entre las flores cuando el amor viene primero y lo vemos vislumbrarse entre el asfalto.
Mi Amado, cómo huyen los deseos. El deseo es el humo que se va entre las cenizas de una calle abandonada, cuando mis hombros se adormecen porque duermo entre tus brazos.
Amor, ¿seré como esa golondrina que vuela junto a ti? ¿Me crecerá la hierba entre los labios y mi beso permanecerá en tu boca? ¿Me llorarán los días y sus lágrimas anochecerán el hálito de las norias?
Si yo te amo más allá de la negrura, y la negrura es de materia transparente, ¿transitaré las ensenadas con tu nombre?
Y si desciendo al Hades y te beso, ¿se quedará mi lengua para siempre en las profundidades del frío?
Mi Amado, cómo huyen los deseos. El deseo es el humo que se va entre las cenizas de una calle abandonada, cuando mis hombros se adormecen porque duermo entre tus brazos.
Amor, ¿seré como esa golondrina que vuela junto a ti? ¿Me crecerá la hierba entre los labios y mi beso permanecerá en tu boca? ¿Me llorarán los días y sus lágrimas anochecerán el hálito de las norias?
Si yo te amo más allá de la negrura, y la negrura es de materia transparente, ¿transitaré las ensenadas con tu nombre?
Y si desciendo al Hades y te beso, ¿se quedará mi lengua para siempre en las profundidades del frío?
domingo, 10 de julio de 2016
Hay un aurora
Hay una aurora que persiste en ser aurora. Hay un camino que se abre al alba, que tiene un olor a espliego y que incide en las amapolas.
Mi niño, te nombro entre el barro, en los lodazales me quedo con el agua, y en ella permanezco.
Tú eres mi oro y mi consigna, la solidez del aire, la respiración de esta piel que te concierne y que en ti se vuelve hermosa.
Los labios se callan el silencio. El amor es el beso que se espera entre los labios, la languidez de estas horas en que el corazón se duerme.
Mi hombre, los corales infinitos acompañan este mar que se riza en la costumbre. Este mar que desvanece las sombras de su fondo entre los pétalos noctámbulos de unos peces que se ciegan.
Entre los nenúfares te envuelvo con mi anillo. Las flores te lo dan y me enamoro de esas flores que te lloran, mientras los árboles me dan lo que queda de tus lágrimas.
Mi niño, te nombro entre el barro, en los lodazales me quedo con el agua, y en ella permanezco.
Tú eres mi oro y mi consigna, la solidez del aire, la respiración de esta piel que te concierne y que en ti se vuelve hermosa.
Los labios se callan el silencio. El amor es el beso que se espera entre los labios, la languidez de estas horas en que el corazón se duerme.
Mi hombre, los corales infinitos acompañan este mar que se riza en la costumbre. Este mar que desvanece las sombras de su fondo entre los pétalos noctámbulos de unos peces que se ciegan.
Entre los nenúfares te envuelvo con mi anillo. Las flores te lo dan y me enamoro de esas flores que te lloran, mientras los árboles me dan lo que queda de tus lágrimas.
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