martes, 30 de agosto de 2016

Llegué del glaciar

Llegué del glaciar del norte y me acurruqué en tus brazos. El hielo me besaba. El hielo concernía esas primaveras que ya se sucedieron, y que plantaron nubes en tus labios.
Mi amor, en este abrirse en este agosto que casi cesa de latir hay una línea diáfana que cubre el mar y lo aleja del horizonte. Flota como un muerto flotaría en los alrededores de la espuma.
En esta muerte necesaria que precisa un colofón te siento en mí, dentro de mis interiores más profundos, en medio de mis vísceras, en mis entrañas más ocultas. Eres tú el que viene, el que se esconde dentro de mi piel, en el bolsillo en que me fulguró la piel para anochecer en ti la misma noche que te prende.
Mi Amado, que eres más en mí que todavía soy en ti, no me importa llegar hasta la luna, no me importa el hambre de mis piernas, la sed de mis corazones, la sangre que es inmaculada pues me besaste, amor, entre tu boca. No me importa, te dije, el andurrial más violento, el cielo más sumergido entre lluvias que humedecen el barro.

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