domingo, 28 de junio de 2015

Amor, en tus manos bebo el agua.

Amor, en tus manos bebo el agua. Me sabe a piel, a cuerpo que me incita a ser quién soy, dedalera que derrama sus hojas fronterizas en la sal que se oculta debajo de las olas. En ti, guarecida por tus ojos, me entretengo a pensar la medianoche, como si la oscuridad fluyese entre las jarras y allí se pudiera contener, como si el amor se me sembrase y me diese la lana para cubrir el mismo invierno. Los caminos se abren, y son muchos. Hay una multitud de encrucijadas y en ellas salen muchas avenidas. Me das la libertad. La veo en tu mirada. Hay un caos que siempre sobrevive. Tiene su leyenda. De allí nacen las palabras, las caricias, la intensidad de una luz que todo lo construye, el impulso del sexo, todo el amor. Soplan los vientos frugales, se llevan la distancia. De repente estás, y eres, y siendo, soy, y también seré y he sido. El tiempo sólo es uno. No tiene marcas ni señales. Amanece entre las sombras, y dormita mientras tanto, como un Dios que tuviera pereza de sí mismo, y nos amara cuando duerme.

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