martes, 23 de junio de 2015

Se yerguen los caminos

Se yerguen los caminos. Avanzan cono respuestas a preguntas que nadie ha contestado, preguntas que nadie esperó que respondieran esos árboles erguidos, que resisten y que esperan la salida de las flores. El sol quema. Su fuego es árido y cae en el desierto como un carro que se desboca por los cielos. Tenochtitlán se funda en una piedra, en el lago de una isla y con un águila. Vendrán los aztecas y se comerán mi corazón. Vendrán de allá de dónde nadie vuelve, a dónde nadie regresa, y se quedarán en los alrededores de mi casa, guardando mis tesoros de arena, mis anillos de agua. Amor, en qué continentes orillados me devuelves a la tierra, me llenas de aire para azuzar el vuelo, me das una canoa para vestir mis alas con los troncos caídos, poderosos, de esos nopales que se encienden con el pico de los pájaros. Amor, qué lunas se esconden tras el sol con el cimiento de la espina, qué espinas oculto entre mis dedos que yo misma desconozco, y en mi ignorancia fluctúan y se desvanecen cuando lloro

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