viernes, 19 de junio de 2015

Abro la puerta

Abro la puerta y entra el amor como un bello dinosaurio. Entre los líquenes el día se amanece, y por las tardes espera la templanza de un sentir que acaba en el crepúsculo. Así es mi amor, en la hondura, en la lejanía de esos besos que convierten mis labios en áridos arenales donde el agua vive en lo profundo del desierto. El dolor está ahí, esperando en las esquinas. Cuando para el autobús, cuando un niño resbala y se hace daño, cuando cortan una flor para ponerla en una jarra, el amor llora. El amor desnuda cuando nace. Abandona los vestigios y vive con sus ciclos. El amor es una mariposa abandonada, un jardín escuálido, una tormenta sin lluvia que anuncia el aire y se disuelve. Todo se disuelve y en esa disolución, se hace eterno. Cómo brillan las lechuzas, cómo se sostienen, cómo desafían a la noche siendo noche, y suspendidas en las ramas nos ofrecen esos ojos ambarinos donde vive el fluir de los veranos que avanzan, como éste, hacia la muerte.

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