lunes, 15 de junio de 2015

En el taller de la cárcel de Tarragona

Este pasado jueves ocurrió una gran desgracia. Ocurrió de madrugada, cuando la negrura es intensa y parece que la luz nunca vaya a volver a salir. Una persona decidió que ya no aguantaba más, que no podía más, que la vida era demasiado dura y que no había ninguna salida por donde poder seguir viviendo. Ese hombre había hecho una figura de cerámica. Era una composición en la cual una figura humana, de cara a la pared, intentaba salir a través de esa pared y aunque a varios de los lados del laberinto había salidas, él no las veía. Así, se retrató a sí mismo. Me regaló un hermoso cenicero de cerámica y fue quién encuadernó la bellísima libreta. Si estos objetos ya eran especiales, ahora son evocadores de la bellísima personalidad de un hombre, de su intensa emocionalidad, de su gran sensibilidad y de su naturaleza bondadosa. Este martes nos faltará alguien muy importante en el taller. Creo que lloraremos todos. Hoy ya he derramado mis lágrimas. Quiero escribir algo que sea para él, exclusivamente para él. No sé si lo conseguiré. Es mucha la emoción que me invade. Por lo menos vayan estas palabras, estas pequeñas palabras en su memoria.

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