miércoles, 24 de junio de 2015

Pasa el autobús

Pasa el autobús. Deja la gasolina como rastro entre líneas blancas y amarillas. Soy amarilla como la señal que se dibuja en esa acera en que espero a otro autobús, amarilla en este junio que se va a contar a otros nuestra historia. Este amarillo se me funde en los cabellos. Parece que lleve hojas de árbol en el pelo, una melena verde que desafía a los muertos. Amarillo es el silencio que te doy, que conquisto para ti. Amarilla es la sentencia del amor, que me envuelve los ovarios. Mi destino también es amarillo. En él las flores del verano son de arena, recogen el tono del desierto, y mis labios besan la mies y se apoderan del trigo. Cuando el sol decide renacernos en las bayas, cuando somos parte de la uva, cuando el aceite se nos pliega en la piel, y nos descubre, reconozco los ojos que tenías al ser niño, esos ojos en que la luminosidad se aparecía, esa corriente ignorada que subía entre tus piernas y que te llegaba a las ingles como un manantial dorado.

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