domingo, 21 de junio de 2015

Amor, qué altas las dunas...

Amor, qué altas las dunas con que el tiempo va minando mi reposo. Voy saliendo de los cauces que la vida me dio, y en las laderas del silencio busco esa paz que es preludio de la muerte. Amor, me basta con mirarte, tus ojos para mí son suficientes. Amor, esa nostalgia que petrifica el barro incide en el mundo, y de un sonido salen las flores de París. Amor, si me aparto de tus huellas viene el miedo con el que tiritan las estrellas. La luz puede acabarse, y su circular por la galaxia es efímero, como efímeras son las latitudes de los besos. Amor, qué espacios me das, y en esos lugares abro las ventanas para que las aves trinen en mis manos. Sé que la luz se desvanece, y siento en las lágrimas su retorno, cómo vuelve la sed que se aprisiona en los estanques y vuela hacia los cielos. Eres mi armonía, el sitio donde el orden se impone con las cosas, donde la palabra es nombre realmente y donde el sueño permanece siendo sueño. Amor, el mal existe, y en esa experiencia abrumadora los crisantemos son tan sólo flores.

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