miércoles, 17 de junio de 2015

El aroma del tiempo II

Sigo con El aroma del tiempo: Al aroma de la tarde le sigue la fragancia del anochecer. Y la noche desprende su propio aroma. Estos aromas del tiempo no son narrativos, sino contemplativos. No se dividen en una sucesión. Más bien descansan en sí mismos. Cualquier espíritu que se vacíe de lo "inútil" tiene acceso a un tiempo bueno. Vaciar el espíritu, liberarlo de los deseos, da profundidad al tiempo. Y esta última vincula cada punto temporal con el Ser entero, con su aroma imperecedero. El deseo hace que el tiempo sea radicalmente efímero, empujando el espíritu hacia delante. Cuando se queda en reposo, cuando se recoge en sí mismo, pasa el tiempo bueno. Esto afirma Byung-Chul Han en el capítulo Reloj aromático: un breve excurso en la antigua China. Para mí es una visión certera aunque como todo no hay que tomarla literalmente. Una vida que sólo sea contemplativa es - para mí - una vida incompleta. El deseo es necesario, es impulsor de vida, aunque cuando está enfermo es impulsor de muerte. Pero como con todo, no hay cara sin cruz. Pero las épocas de recogimiento y de contemplación también son necesarias. El deseo y la quietud son complementarios, no paradójicos. Si sólo hubiera deseo no habría corazón que lo soportara. Si no existiera el deseo, el sentido de la vida desaparecería, y para aquellas personas que lo necesitamos la vida se convertiría en algo absurdo. Necesitamos caminar y reposar. Eso lo hacían los antiguos peregrinos: había un tiempo para el camino y un tiempo para el reposo y el tiempo del reposo era necesario para poder emprender nuevamente el camino. Lo "inútil" curiosamente es todo aquello que consideramos "necesario". La vida práctica es la vida inútil. Gloriosa visión, maravfillosa. Un manifiesto totalmente contrario al utilitarismo. No el trabajo, entendido como ocupación que nos permite mantenernos, pero siempre en un contexto plenamente humano. Sigo con el libro, en el siguiente capítulo titulado La danza del mundo: Ya no queda ningún espacio sagrado del cual no des-alejarse, es decir, espacios a cuya esencia pertenece un estar desocupados. Los espacios con aroma escatiman su aparición. ... Está invocando a lo "esencial de la existencia", que "no puede forzarse con ninguna actividad ni ninguna precipitación". La existencia "propia" es "lenta". El camino de campo no se apresura hacia una meta. Más bien descansa en sí mismo, contemplativo. Ilustra una vía contemplativa. Está habitado por un recogimiento. No sigue un transcurso, sino que se demora. Proporciona una duración al tiempo del trabajo. Como lugar de demora contemplativa simboliza un habitar que no necesita una meta, ninguna finalidad, que se las arregla sin teología ni teleología alguna. Pienso: ¿es posible una vida sin finalidad? Momentos sin finalidad, sí. Además son necesarios. Pero no una vida entera. La vida es caminar y la meta, de haberla, es la muerte. La verdadera meta que nos espera a todos. Pienso que espacios y tiempos de recogimiento y contemplación son necesarios, pero no una vida entera dedicada a ellos.

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