lunes, 22 de junio de 2015

Amor, hay un desfiladero que lleva a la nostalgia

Amor, hay un desfiladero que lleva a la nostalgia, a esos días en que tus labios eran los besos que me dabas, esos besos que hoy son como el hálito de unos pájaros que emigran. Me besabas como si tu boca pasara a estar prohibida, como si mi boca desapareciese en algún tiempo, y con la lengua sellabas el silencio, con la lengua me lamías como si quisieras beberte el fluir de mis palabras. Querría que las bebieras, que te inundaras con mi amor, que mi amor llegase a ser el más profundo que habitó las estaciones, un amor acrisolado, que suspira con el polen y entre las abejas se clava a sí mismo el aguijón, porque el amor pica, y escuece y hace daño. Amor, estoy abajo, allí donde se estudian los ensueños, en ese sitio que es sagrado por amar. Abajo me encuentro con los fósiles, los que me dejaste como prenda, los que me diste para asegurarme que una noche volverías. Esa noche súbita, en ese instante en que la fugacidad quedará fijada en la memoria como un lápiz, como una acuarela que avanza hacia su extinción.

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