miércoles, 17 de junio de 2015

El aroma de3l tiempo I

Hace ya un tiempo descubrí que la historia - y con ella la vida - no es lineal, como la contaba la modernidad, sino cíclica, y que sigue las leyes del eterno retorno. La historia - y también la vida - no es una línea recta hacia el progreso, sino un ciclo vital, con sus estaciones de primavera, verano, otoño e invierno que se van repitiendo en el transcurso de nuestros días, e incluso a veces aparecen las estaciones en el transcurso de una misma jornada. Así, esa teoría "progresista" es falsa, como tantas cosas que se nos dicen. Ahora esa línea recta temporal se ha roto pero no para volver a los ciclos naturales y humanos sino para ir todavía a peor. Se ha sustituído la historia y la narratividad de la vida por un presente discontinuo lleno de vivencias fragmentadas que da lugar al absurdo, a la carencia de sentido vital. Ese querer vivir deprisa e intensamente en el presente, sin la existencia del pasado ni del futuro, ese aquí y ahora que borra los intervalos y los umbrales necesarios, los intermedios entre vivencia y vivencia. Esa desaparición de límites que anula la libertad, y con ella los vínculos y los compromisos verdaderos. Voy a copiar unos párrafos que me parecen geniales de El aroma del tiempo. Sólo las relaciones de afinidad, amistad o familia hacen que las cosas sean verdaderas. La verdad es lo opuesto de la mera sucesión fortuita. Implica un vínculo, una relación y una proximidad. Solo las relaciones intensivas hacen que las cosas sean reales. Lo que llamamos la realidad es cierta relación entre esas sensaciones y esos recuerdos que nos circundan simultáneamente - relación que suprime una simple relación cinematográfica - (...) relación única que el escritor debe encontrar para encadenar para siempre en su frase los dos términos diferentes. En este sentido, la construcción de metáforas también se presenta como una práctica de la verdad, al tejer una red rica en relaciones, al poner en descubierto la manera de relacionarse y de comunicarse entre las cosas. Contrarresta la atomización del Ser. Es una práctica temporal que opone, frente a la veloz sucesión de acontecimientos aislados, la duración, la fidelidad de una relación. Las metáforas son el aroma que desprenden las cosas cuando entablan amistad. ... La época de las prisas, su sucesión "cinematográfica" de presentes puntuales, no tiene ningún acceso a lo bello o lo verdadero. Sólo cuando uno se detiene a contemplar, desde el recogimiento estético, las cosas revelan su belleza, su esencia aromática. Se compone de sedimentos temporales que fosforecen. Mañana me gustaría hacer una reflexión reposada de esta lectura.

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