domingo, 28 de junio de 2015

Amor, escondí los trapos de lavar,

Amor, escondí los trapos de lavar, las bayetas de la grasa, y las esponjas. Metí todo en un cajón de arce, para guardar el aroma que desprenden los desayunos junto a ti, esas gotas de leche derramadas, esas migas de pan y de bizcocho, el olor que deja la comida en los platos y en los vasos sucios, los restos de la vida que vivimos, los pecios cotidianos. Amor, amanece todas las mañanas y así seguirá siendo. Un día no amaneceremos, un día las gotas del aceite se quedarán en su botella, un día la sal se quedará en su recipiente, y el tomate quedará en el frigorífico. Pero alguien seguirá untando la mantequilla, alguien seguirá usando los condones, alguien se amará a sí mismo como yo te amo a ti, en mis reflejos. La cocina huele a luna. Esa luna casi llena que iluminó anoche la terraza, y que en el cielo luchaba contra la contaminación para alumbrarnos, que pudimos ver entre nubes tóxicas, cargadas de humedad que el calor ponía en nuestras manos.

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