Me acarician las sombras y desato luz por los arroyos. Se me quiebran los lunares y deseo besarte todo el cuerpo.
Eres mi procesión, mi santuario. El manantial de donde bebo. El latido que me desvive y me delira.
Eres mi aurora dulce, el despertar niño de mis manos, mi Telémaco.
Amor, si tejo y destejo primaveras, si en tus ojos se derrama todo el cielo, soy yo misma una escalera que asciende hacia tus labios, y en tu boca busco el agua que me entrega.
Mi hombre, los ríos fluyen mientras tanto, mientras vienes entre fresas, entre cerezas animadas.
En ti la fruta es el arrozal teñido de ese barro en que confluye la tierra con el agua.
En ti la blasfemia es oración, y el sacrilegio la luz sagrada de tus manos.
Mi niño, si los árboles me estallan en los pechos, si sus hojas me deciden y en sus flores se aroman madrugadas, dime si en los cañaverales puse el amor que se quedó entre los bambúes, entre los corazones de los bambúes, en su mismo destino de agua.
Naturaleza y amor con sabor homérico. Me encanta lo de "tejo y destejo primaveras".
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Mónica. Un beso enorme.
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