Qué imagen me diste, qué icono me labraste. Fui azul, como la vela de los jueves. Fui encantadora de culebras, fakir de lo imposible. Me tragué el sable de la invisibilidad, el fuego del espíritu. Fui alma que quiso la redención de tu blancura.
En este amor que es transparente incide el tiempo. El tiempo lo abrasa, lo sazona, se lo lleva por los umbrales de la desesperación y lo devuelve como una tarta de crisálidas, donde el deseo es hambre pura, ansia decadente.
En mí vive la luna. Me despierta por las noches. Me da sueños. Me incide y me declara. Es un palpitar constante de las constelaciones que deja tras de sí, en sus huellas de escayola y yeso.
Es un boomerang enorme de rosarios que descienden en mi cuerpo. Es un baile de estrellas que se beben el azul de tus ojos en el cielo.
Amor que contrastas la ternura, dime si en tu ciclo se abren las palabras, si las palabras pueden amarte como noches, noches entre espejos de astros.
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