Tus ojos me desnudan lentamente. Poco a poco se va uniendo tu mirada en la desnudez que me transciende. Desnuda soy la más hermosa, porque tus pupilas me entregan la belleza.
Soy para ti, para que juegues con mis dedos, para que respires el aire que respiro, para que la sangre se encabrite como un potro abandonado, para que surja el rojo de la guerra y entre los muertos te encuentres con mi pelo.
Se venden todavía las naranjas. En los mercados se apilan con cerezas y con fresas aunque noviembre nos dejó. Su jugo me resbala entre las manos, y te lo doy, con todas las certezas, para que me bebas la piel y la acaricies con tus labios.
Mi hombre, bendito es mi cuerpo bendecido por el tuyo. Enigma mi carne en el enigma de la tuya. Misterio irresoluble que también se nos desnuda por la carne, cuando nos amamos resistiendo el frío. Amor de precipicios donde la desnudez es el todo que nos une, donde las ingles se expresan en el lenguaje antiguo de ese pensamiento que quedó sin las palabras.
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