Amor extraño, que vienes a buscarme con el viento, cuando es tuya la brisa de los álamos que cubren el otoño, esos álamos de alma inmarcesible, con olas de alas de los pájaros.
Amor, torrente de amor que magnificas lo magnífico, que es maravilloso, y entre los paisajes de la muerte puedes ver cómo el cisne se redime, cómo entra en el bosque y busca al lobo y su cálido pelaje. Allí se acuna, allí se mece como un ave pequeña, que olvidó bailar y que olvidó también al alquimista.
Amor, amor que no sabes de palabras, que enmudeces entre pálpitos y carne, que acallas los rumores de las aguas en tus manos púrpuras, que llevas mi corazón como una prenda que perdí en aquel juego en que se vendía el alma o el mismo corazón, y que en la derrota subió a ver a las estrellas y te encontró allí, entre la luz.
Amor, que todo das en beso breve, que eres capaz de enloquecer en el pavor de no buscarte nunca más en ese cielo donde el esperma brota de las nubes.
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