Mi amor, hay unas nubes que parecen de granito. El cielo duele, y en tus ojos puedo ver cómo gira el universo.
Quiero que me abraces y me beses, y en esa tierra gélida que levanta sus montañas en este continente hay un hielo que eterniza el palpitar de las flores en la nieve.
Amor, hay un designio entre mis huellas. Los encuentro cuando reviso mis zapatos, las sandalias que aún llevo en este verano que termina, y que quedan en las vides que se derraman en el mar.
Amor, me oscurezco en la noche que vendrá y encuentro a Parsifal entre mis platos, en los vasos que están sucios y en los cubiertos, en las servilletas, pues el Grial está en todas partes y por eso no lo vemos. Está en tus labios, en esos dientes que me muerden cuando el hambre los aprieta, en ese pecho que me cubre cuando tus ingles aparecen como si la misma Virgen bajara y te quisiese.
Amor, ruedas sobre la nocturnidad y me envías sueños, y en mis sueños eres para mí, sólo un ratito, sólo un poquito para mí, y ya te vas y despierto entre las sábanas sintiéndome muerta.
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