jueves, 10 de septiembre de 2015

La lluvia

Amor, qué calles relucen con la lluvia que cayó en el mediodía, qué asfaltos poderosos nos encuentran sentados tras la mesa, con el vino que compartes con el pan, y el azúcar que la madre ponía en la niñez, que endulzaba el dolor y la amargura.
Amor, ha llovido en la ciudad y en estos barrios donde los bloques de pisos se suceden, en este barrio obrero donde se compra con carrito, y en los bares la gente se dispersa y se entretiene.
Aquí te escribo estos poemas. Estos versos dedicados que nunca leerás, que no creo que ni siquiera te interesen, pero así puedo pensar que estás conmigo mientras te escribo estos poemas.
Ha llovido, mi amor. El agua se ha llevado pensamientos, se ha llevado amores insensatos, y me ha traído las bienaventuranzas que el Cristo proclamó en sus peregrinaciones.
Quisiera exiliarme entre tus brazos, que el destierro fuese una experiencia de amor entre tus besos, llegar allí donde las profundidades se llaman profundidades, donde la hondura se ve sin necesidad de microscopio, donde el valor no está en la espada sino en el hondo corazón de los relámpagos.

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