Hay un punto de amor entre las vides, que pletóricas se derraman en las posibilidad de sus racimos, en la ceremonia en que se rinde culto al dios subterráneo que viene a por el vino y que emborracha las sucesiones del deseo.
Hay una vida que sólo el corazón comprende. Un arrabal de los momentos. Un engranaje donde la completud existe. Una soledad que se manifiesta en el vacío, un llenarse para que el alma profundice en los posos del café, en las adivinaciones y en los charcos donde el agua define su misterio.
En reposo, veo cómo las hojas permanecen. Miro el transcurrir de las secuoyas, cómo se eternizan en el tiempo.
Qué corto es el tiempo del amor, y en sus perduraciones aparecen renacuajos que serán en el agua gotas verdes, el esperma del árbol que cae en los arroyos y del que salen los sapos. Como un gran sapo me como tus insectos y soy anfibia, estéril como las esmeraldas y fecundada por el cielo.
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