Me esperas cuando el mar está nublado, cuando llueve, cuando el sol se eterniza entre tus labios.
Me esperas cuando la promesa del beso se te cumple, y se quedan en la cueva las antorchas.
¡Qué difícil el silencio! ¡Cómo guardo la memoria de lo que transcurrió sin que viviera, cómo te desvaneces de mis brazos!
Me siento quimera, luz imaginaria que se extiende en una oscuridad primera, en un remolino negro que tiene hambre, en una nada que tiene por mensaje la palabra.
Se amplía en ti la circunstancia que explota en la tormenta entre intenciones de amor, y que es el mismo deseo que estalla entre los iris que beben en el cielo.
¿Me dejas un poquito de ti en las gotas de la lluvia?
Te me daré entera, hasta la más íntima de las gotas del amor será de ti, y cuando sea tuya te diluviaré en el corazón, te daré lo que guardo entre mis ingles, su carne y su sustancia.
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