Amor, cuándo las crisálidas dejen de girar, la luna cese con su luz, el sol lleve su carga de zapatos, entonces ya no te querré, y seré tan solo un cadáver harapiento, trastocado por el mar de los lugares, de esas playas que son sin ser nada más que playas.
Amor, en que arenas me tendí sin saber que te esperaba, que olas vinieron junto a mi, me pisaron los pies y me fluyeron como fluyen esas noches en que sueño con los astros.
Me acerqué a las estrellas y las vi. Esplendían, y la oscuridad rendía su homenaje a la luz que la evitaba, y aún era más oscura por estar iluminada.
Ése es mi reino, amor, ése es mi reino. Es majestuoso, como son los tonos de la tundra, y en Laponia sacan los trineos con los huskys. Así la piel resiste el hielo, así la nieve es un hogar para nosotros.
Aquí la nieve es más lejana, evita la costa y la mantiene al nivel de un mar caliente, el Mare Nostrum, y en mí veo cómo las montañas se elevan con sus picos y se llevan la nieve de sus cimas y la vomitan entre rescoldos de fuego.
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