Se abre una sima. Camina el agua. Se envuelve en besos. Me envuelvo en ti, en esa hierba que pones a mis pies, y me pongo a tus pies porque deseo lamerte los dedos y las uñas, y amanecer en ti y anochecerte, y dormirme en los confines de tu ausencia.
Los versos se llenan de recuerdos, vividos, imaginarios, todavía por vivir, como me lleno de mar cuando te miro los ojos, rebasando el azul, llegando al cielo.
Eres mi profeta, por quien los astros suspiran en mis lágrimas, la palabra que la sangre escribe en paradigmas de amor callado, un girar constante de las ramas de los árboles, una potencia enorme en las alas de la misma hambre.
Satinado el amor describe ese deseo que me hace esclava, y que siendo esclava me hace libre, rompiendo las cadenas enfermizas del pasado, juntando las mitades y tejiendo la cuerda que, tensa, mantiene el equilibrio, la misma sed que me llena de agua, y el agua que me enciende el pensamiento con puras estrellas de puro fuego.
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