Veo cómo el bosque se apresura a salir de su propia oscuridad. Cómo los árboles le palpitan, cómo las hojas se emborrachan, y el alcohol sale entre las flores.
Devoro esos frutos salados que se recogen de ese suelo consagrado del otoño.
Mis vacíos se extrañan de ese pálpito que me lleva hacia ti y me concierne, como me viven las libélulas que se posan en el agua, con la soledad enriquecida de saber que las hojas volverán a salir en primavera, que el mar caminará y que el invierno traerá toda la pureza.
Amor, ¿sientes deambular a los pingüinos? ¿Ves cómo sus alas se estremecen encima del hielo que trituran?
Se me escapa la muerte. Voy tras los pasos de su huida, y en sus órbitas ciegas veo cómo el amor se expresa a oscuras, ignorando que en esas cuencas vacías hubo una vez unos ojos ardientemente azules. Se alimenta en los días de lluvia, cuando el agua es torrente y virulencia. Guarda una fuente en su sexo ávido, en su aquelarre de besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario