El bosque nos espera. Surgen las aguas como pequeños guijarros en el suelo, y las nubes se llenan de rocío. Se desparrama el amor en esa lluvia que cae desde el cielo y que insemina tus ingles de blancura.
El amor es la cascada que se lleva el manantial, que lo aparta y lo oscurece, lo envuelve de noche y lo palpita, y en la transparencia de su lecho, se adormece.
Amor, quiero dormir en ese bosque donde se ve el amanecer, en ese claro de luna, con esa luna donde se oculta el cobre, donde el mar sigue su propia senda y se evapora, y así nacen las estrellas.
Me escondí una vez de los ojos de la luna, me escondí dentro de mi sangre, como si mi sangre me pudiese refugiar, y en este cuerpo que ahora despierta al sueño me tendí, y a mí misma me conduje, a mí misma me pensé, y ahora que te pienso, el canto afluye a mis palabras como ese agua que cae desde lejos, que impregna de semen mis contornos, que humedece de esperma mis manos y mi boca, que busca mis ingles y que estalla con la fiebre de un coño hambriento.
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