Amor, me estremecí. Vendrán los hielos y lo sé, y entre esas bocas congeladas encontraré tus besos perdidos en mi cuerpo.
Me estremecí porque la luz que la nieve reflejaba entró en tus ojos, y entre las imágenes vencidas intuí que la hierba que tocabas era yo, y que en mí se sucedían los relojes, y en ti se detenían.
Amor, qué suburbios habité, a dónde fui que las cruces se rompían, entre los labios entreabiertos vi cómo la luz se enajenaba, cómo se iba y supliqué.
Me escuchaste y me dijiste que volviera a escalar entre los árboles, y en el árbol más alto donde el ángel puso sus alas de pájaro, donde su sangre anidó entre las ramas, allí volverías con los ojos más azules que el viento permitiese, con esa escarcha que inunda todo el suelo, su lava y su consciencia.
Hay unas flores que nacen con la nieve, son tan blancas como el cielo cuando nieva, son tan blancas como la niebla suspendida.
Nacen de lo más profundo de mis ingles y con ellas te doy mi alma y mi presencia.
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