lunes, 17 de agosto de 2015

Hay un desierto

Amor, hay un desierto, una arena que brilla en soledad, una llama que en su pálpito busca el insomnio de soñarte, de poseer el misterio que anida en los frutos.
Amor, qué misterio esconde el agua al derramarse las flores en el valle, cuando la noche perece en los umbrales de la lluvia renacida.
Cómo se visten los sueños, qué faldas se ponen, qué camisas, cómo las huellas de los amaneceres quedan en la ropa.
Tú me vienes con el alba, con olores de claveles, con el aroma del espliego que se desprende en los balcones, ese campo que se abre ante mí, ese aire, ese buscar en los recuerdos una parte de tu sombra, encontrarme con tus ojos en mis labios como si tu mirada me besase y la mía te besara, como si a través de nuestros ojos pudiéramos ver el resurgir de la mañana, ese sol que tiembla en su propio temblor, en su propio frío, una nieve ardorosa que cae en el mes de agosto, al aparecer las manzanas en el árbol.

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