Amor, qué bellos son tus ojos. Cómo me miro nuevamente en esas lágrimas que el deseo derramó, que un día fueron mías y olvidé.
Cómo te necesito en mi mirada, cómo entre las rosas encontré aquellas que te di y se marchitaron.
Ahora las rosas se mueven en tus párpados, tu hermosura me lleva hacia la mía, y mientras transcurren las dunas en mis manos te doy mis caricias ensoñadas, te doy lo que se me oculta entre las ingles, y que es tuyo.
Guardaré las cenizas de mi Fénix. Serán para ti, para que me recuerdes cómo soy cuando me muero, y muerta me ames más, como si mi cadáver pudiera envolverse entre amapolas y resucitar con las estrellas.
Amor, en mis estancias veo cómo me amaneces, cómo vivo otra vez entre los soles, cómo las lunas iluminan la sangre que desnudan, cómo me deslizo nuevamente por tus labios y con el roce el primer beso se me aparece como si nunca me hubiese ido.
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