viernes, 3 de julio de 2015

Amor, escogí los caminos de la hierba del pensamiento.

Amor, escogí los caminos de la hierba del pensamiento. Con la ella bordé las sábanas de la cama nupcial, y en la hierba se extendía todo el amarillo de la creación. Sí, era amarilla, como amarillo es este verano que a pequeños golpes nos avisa de su consumación y sus ultrajes. El verano nos ultraja. Nos cubre y nos descubre entre los sueños de las siestas, y al despertar ajena al tiempo, veo cómo ha transcurrido en los relojes que marcan su transcurso y que afirman que volverás, que sólo falta esperar a conseguir que vuelva el cielo. Amor, desde los caminos de amianto veré tu nombre. Las letras me pesan en el corazón, y las convierto en hierba para que en regueros marquen el destino. Hay una hilera amarilla en el subsuelo. Allí sueñan las gaviotas. Sueñan con el mar y el alimento de ese mar que no les miente, un mar sincero de agua verdadera. En mis sábanas hay un lupanar, y entre velos acude la luz para mostrarme, para que mi desnudez se resuma en ser sencilla, y también sea torpe, con mis patas de cigüeña.

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