viernes, 3 de julio de 2015

Amor, a expensas del silencio te daré mis palabras,

Amor, a expensas del silencio te daré mis palabras, y las cortaré en pequeños ramos como si pudieran florecerte entre las ingles. En las cimas más salvajes encontraré la serenidad, el pulso de la nieve que ni en verano se deshiela, ese frío antiguo que es la segunda piel de las montañas. Resucitas entre nudos. El agua atraviesa las horadaciones y engulle la sangre, y el fluir de la misma sangre por los hemisferios del corazón. Amor, he perdido la estrella que me diste, y ahora sólo están las sombras. Me inclino en esa oscuridad que sobreviene como si el útero de mi madre pudiera contenerme. Los cartílagos de la noche tienen púas. La noche se cerciora de su afán caníbal. En esa niebla deseada, en esa oscuridad primera, late el fuego subterráneo. Es la pulsación del Hades, el brillo de las aguas negras que me olvidan de mí misma. Amor, la Estigia me resbala, y sólo tú vienes por encima de sus aguas.

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