domingo, 19 de julio de 2015

Siento que te oigo respirar

Amor, siento que te oigo respirar bajo los árboles, siento tu corazón en el adentro del que es muestra ese cielo que sueña por nosotros. Amor, cómo vienes sin venir, cómo vuelves sin haber ido a ningún sitio, y en este viajar constante, yo, que era el árbol que arraigaba en el incendio y que hundía sus raíces brutalmente, me convierto en nómada. Por ti puedo llevar conmigo mis raíces, el polvo de mis muertos y el dolor de aquella edad en la que el miedo oscurecía cualquier atisbo de amapola. Puedo coger esas raíces y llevármelas. Mis raíces eran duras, clavadas con metales, y sólo la fragua del amor las desenclava. En mi libertad elijo tu camino, que la vida me trajo como todo, en sus manos verdes y enrojecidas por un deseo que inventa sus propias nubes. Un día lloverá en el mar. Será una lluvia cristalina y silenciosa. Un día encontraré ramas de besos, flores en montañas donde vive la nieve amaneciendo un cielo blanco, me desnudaré de albas y de dudas y seré en ti lo que siempre fui, aunque a mí misma me ignorara.

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