viernes, 17 de julio de 2015

Qué dia

Normalmente escribo poemas por la tarde, no por la noche. Es un ritual. Mozart y los poemas. Y algo para comer. Pero hoy tenía prisa. Quería terminar la obra de teatro. Pero no ha podido ser. Hoy no me ha venido lo cómico. He pergeñado una escena que está bien - una escena de transición - pero la escena final es pobre y no tiene fuerza, si comparo con las escenas anteriores. Así que he cogido cuatro folios escritos a mano y los he pasado al ordenador. Tenía prisa, no me gustan los trabajos mecánicos. Me aburro. Acabado el trabajo autoimpuesto - y es que realmente quiero terminar la obra de teatro y ponerme a hacer las acotaciones pertinentes - ha venido la poesía. Y ha venido desde muy adentro, desde donde vivir la poesía, en el lugar de la psique donde viven el deseo y el amor. Amor, qué día me trajiste y me dijiste que tus brazos llameaban por tenerme en ti, y yo quería envolverme entre las piedras duras que te nacían en las ingles, en la opacidad de un abrazo en que se me ocultaba mi propio corazón, porque al desnudarme no lo miraba. Sentía que al mirarlo la niña que me vive lloraría, porque tú, amándome a mí, también la amabas. Hay un amor que nace de la escarcha. Hay un amor que nace al encenderse el hielo con la lava. La nieve ardiendo, el rocío cálido de julio en la piel, agua de la noche que retiene la memoria de los sueños, los incendios, el semen que se derrama venciendo a la misma madrugada. Intensidad del deseo que lo elevas hasta el Réquiem, que me nace y me desarma. Quiero llegarte, llegar sin nada, sin ningún metal en mi cuerpo que haga de coraza, sin yelmo y sin espada, sólo con amor en los ojos y deseo en esta carne que es la mía, que conoce el dolor y el llanto, que más de una vez ha muerto, y en la destrucción ha revivido, en un ciclo incesante de renacimiento y muerte, en la que el amor construye un templo en su nombre sagrado.

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