lunes, 27 de julio de 2015

Dónde están las flores

Amor, dónde están las flores que te di, dónde guardaste la blancura. En ciernes me vibra el corazón, me regalas el aire que respiro y la sangre que se levanta contra el cielo. Tengo estigmas en el coño, los noto surgir entre temblores, y nacen de un deseo que se vuelca entre las pulsaciones del frío. Hay un camino que se sueña, un acantilado que persiste en el borde de ese mar que se termina, en esa línea imaginaria en que se separa contra el cielo. Un tambor extraño desgarra las notas secretas, las que nadie ha tocado, las que llevan en si la nostalgia que se abre en amapolas. Las luciérnagas han venido y te rehuyen, dejan sólo la luz que las abraza en la inmensidad azul que nos embiste. Amor, las grullas han hablado. Se refugian en la luz que las domina, desamparadas en la sombra que las sigue. Qué instantes desolados, cómo nos miran los ojos contra el cielo. Amor, en ti se desnudan los claveles y se mecen los momentos, como si el tiempo sólo existiera en los labios caídos del amor, como si la hierba desvaneciese el tacto ígneo de tu piel, como si entre tus piernas sólo hubiera un latido que se inmiscuye en una esperanza loca. Es oscuro el recorrido de un deseo que es inmanente a ese acecho que mira a través de las palabras, un verdor dentro de ese azul que se enreda en la mirada que susurra contra el cielo.

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