Amor, cómo amanecen las estrellas. Cómo se esconden, temblorosas, en los bolsillos del alba. Se adormecen con la aurora y sueñan, sueñan con tus ojos.
Amor, hay en el cielo un delirio de dulzura. Desciende poco a poco, despacito, con su caparazón, con sus vestigios dormidos, con ese canto que mece la misma oscuridad que lo alimenta.
Surgen las lágrimas como respiraciones, como huesos que se desintegran como rocas, y en su bramido estelar se convierten en destellos.
Mi Amado, qué colores se disuelven. Qué árboles me nacen. Qué flores se sustentan.
Es un viaje sin tiempo ni materia. Así es el amor, todo lo puede. Así es el corazón que se mantiene en su pureza ancestral y atávica de lluvia contenida en la preñez de unas nubes prístinas.
Lloverá del cielo un amor que florecerá los escombros de mi cuerpo. Disipará las ruinas, las derrotas, se colmará en tus brazos renacidos, se mirará con tu mirada, se besará con tus besos y será el transcurrir de un río en el deseo.
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