Amor, sé que un día la noche se expandirá con su negrura, que las estrellas cesarán de mirar desde lo alto, que la luna se olvidará del mar y que el océano dejará de verse desde el cielo.
Lo sé y aún así el brillo de este mar que se adormece con sus brillos, que se respira en el silencio, me es, Amado, como una sangre perfumada entre las flores.
El semáforo detiene el autobús como si la vida pudiera detenerse, como si el río dejase de fluir y pudiésemos desterrar el beso de ese otro mar que nos espera.
Amor, desde las flores miro pasar casas, casas con jardines, y más allá la playa solitaria del invierno.
El corazón es como una arena que se pisa suavemente. Es un alga que bordea el precipicio. Se derrama, abisal, sobre las simas. Sus latidos oscurecen los manantiales eternos.
El deseo es y fue palabra. Se encarnó en las ingles y fue la última agonía y la primera alma.
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