Amor, zozobra el viento y se detiene. El cielo se queda azul, como tus ojos. Tus labios son el crepúsculo de esos dioses que no quieren despertar. Tu boca es un racimo que en septiembre se derrama y encuentra su fulgor entre la hierba.
Amor, la sangre se me agolpa en sus latidos. Mis sueños son rojos como ese vino que nace de la vid y pasa por la uva. Me lo bebo a sorbos como si en el líquido te besara, como si mis labios pudieran beber el contemplarte.
Mi esencia de luz se te atesora como una montaña gigantesca, con una nieve sólo hollada por las águilas y sus nidos, nidos hechos de piedras angulosas, de piedras redondeadas y luminarias portentosas.
Amor en este suelo crecen flores para ti, para tu hiedra, para tu mar en ese oleaje que devora la sal de aquellas lágrimas que fue la luz de tu mirada.
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