Hay una ceniza en el amor. Es de plata. Viene de la plata de la sangre, del azogue en que se mira.
Palpita en su corriente, y en las hojas que se llenan de resina hay un cúmulo de grises que llegan a la luna.
Amor, iluminas el cauce blanco de las dádivas, de lo que nos dieron las estrellas, esas luces diminutas que tenemos en las manos, en esas flores que se me orillan siendo flores, y que siendo flores desvanecen el parto de las lágrimas.
Me darás el agua de los lirios, la visión de las crisálidas.
En ti se cumplirá la profecía de los corazones, los que desnudaron el azar y se comieron la costumbre.
En mí será el misterio de lo oculto, el enigma que llevo entre las ingles, la hondura de un brocal que con el agua se inunda entre los árboles.
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