Amor, que llevas mi nombre, mi nombre señalado, mi nombre en tu latido, mi nombre innominado. Anónima, me prenderé en tus ingles y amaré la cizaña, el ciempiés y la guadaña. Los amaré porque la muerte vive en el amor, vive en tu corazón y te descubre, me descubre a mí también, desnuda.
Entre abalorios de café estallan las sombras. Son pedigüeñas y ancestrales. Son atávicas, como el humo. Se incineran en la aurora, como un fuego que sólo se cesara de su arder en la penumbra.
Amor, llévame de tu mano. Llévame a tus labios. Llévame a tus ojos de naufragio.
Amor, calienta mis afluentes de plata y malaquita, mis vísceras perfumadas, mis aromas de salitre.
Mi Amado, sé mi fortaleza, la que me cubre la piel de cobre, la que le da metal a mis pestañas, la que cubre mis párpados de amnesia, la que sólo te recuerda entre jirones azules de unas velas que sólo queman los jueves santos.
Mi hombre, caballos me esperan a lo lejos. Soy la Novia sin el Novio, soy la solterona, la que viste estatuas, la que reza en los sagrarios, la que ruega por tu semen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario