Amor, el cielo se me enciende. Me llevan los espacios, me lleva esta sangre que me llama, que me nombra, que me dice quién soy y que te amo.
Se me van las aves del invierno. Llega la primavera, el polen de las flores que se vierte contra el lodo, contra el barro que se llena de los pétalos. Y los pétalos que se marchitarán son como esas almas que en su seno se envejecen.
Amor, qué ansias todavía. Qué tiempo nos envuelve en estos años, que parecen transitar como transitan las estrellas, con su mismo viaje y su mismo estuario, en la desembocadura negra del estaño.
Amor, qué cobre concibieron mis entrañas. Qué estallidos de ternura. Qué ingles se me arden cuando el corazón te piensa, y en ese pensamiento se vuelca la palabra.
Amor, qué lejos está el día, en esta noche en la que el sueño se encarna en esta noche, en esta nocturnidad que es en su propia alma la misma respiración del deseo.
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