Amor, marzo amanece mientras tanto, y poco a poco va atardeciendo. Despacito se viste de negrura, y ese cielo que estalló en malvas, en rojos y dorados se desnuda con su luna.
Amor, hay un oasis allá arriba. Un oasis rodeado de tinieblas, como si los ángeles se comieran el desierto, y en esa arena nos lloviese y fuera el barro de los ciegos.
¿Ves esta espesura? ¿Sientes el peso de los árboles en la frente? ¿Notas cómo el agua se diluvia, cómo se acontece? Y tu esperma, ¿cómo vibra en este ciclo en que somos tierra?
Amado, pronto vendrá la noche. La noche siempre vuelve. Es como una amante que se exilia, que anda entre telares, que acuna el viento. La noche es noche solamente.
Y entre tú y yo se abre la distancia como una serpiente sin veneno. Es una serpiente que sabe del temblor, que conoce esta inmanencia de un amor que puede levantarse, decirse y nombrarse en esta carne, en este cuerpo hecho de lluvia, en esta sangre que se agrieta por la venas, en este corazón que te divaga, que desea nada menos que tenerte y besar el mismo deseo que lo alienta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario