Amor, en que deseo crecí para alumbrarte, para que fueras de mí y poseerte, tener tu alma en mi misma alma, tu cuerpo alzándose en el tiempo, dejando la materia y la sustancia de esa misma materia entre tus brazos.
Amor, si tú eres mío tuya soy para tus labios, tuya soy para tus besos, tuya mi alma verdadera, mi blancura que respira la tuya mientras tanto, que desea tu perversión más adorada, más alba y tu mentira, para que me mientas sólo a mí, para que traiciones este pulso de amor, entre tus manos.
Mi edad la di y te entregué todos aquellos recuerdos, todas aquellas brisas que anteceden, que abril traerá con la premura en que la primavera se convierte, en estas lides que se atormentan sin cesar en los corazones que acompañan la caída de la nada.
Amado, que encrespas los blasones, que desciendes de un cielo que se lava cuando llueve, y allí está el estanque donde el ángel se pasea con su barca en un agua inmóvil, un cielo gris que se azulea cuando tú me miras a los ojos.
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