Amor, qué cualidad hay en el aire que respira ahíto en su propio corazón. Qué luna se derrama, qué cielo la contiene.
Cómo vibra el ramo de amapolas que puse ante tus pies para que las regaras con tu semen.
Es sagrado el territorio de los astros, su centinela desnudo, el largo manto que lo cubre hecho de estrellas cosido por la luz.
En mí llamas el amor que me sostiene. Mi niño, di si en las flores puse toda mi dulzura, si en las espigas que me crecen en los pechos la nieve llega a acumularse como una escarcha permanente.
Pétalos de alba entre mis ingles, pétalos que incitan a los besos, resurrecciones de latidos.
Amor, vienes en la oración que me dispone a amar, y eres como esa misma oración que me surge entre los labios, en las manos recogidas, en la piel que me tiembla en tu recuerdo, en ese oasis en que se me convierte la memoria.
Amor, me traduces y hablas mi idioma y con la lluvia me entregas tu deseo.
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