Amor, hay un frío que penetra sobre el fuego, una heladura que se queda con la llama, una iluminación de las antorchas por el hielo.
Amor, que te complaces en mirar lo que hay más allá de esa línea que flota en los instantes, en esa sangre que nombra lo imposible, roja al tacto, que cae entre las venas florecidas, en el arrabal del cuerpo, de este cuerpo que a sí mismo se revela en el misterio de los árboles.
En ti crezco. En ti me disminuyo. En ti soy un solo átomo del amor, una sola partícula imaginaria del que es entre la escarcha.
Amor, la primavera viene helada. Parece que la frialdad es su destino. Parece que se amuebla entre temblores, que la piel se alza en un deseo de tenerte, de blandirte en sus espejos.
Amor, ¿a dónde irán las flores con el viento? ¿Dónde refugiarán sus noches con esta nieve preñada de blancura? ¿Dónde amanecerán con sus colores? Y adónde iré yo, con este amor que me anochece.
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