Amor, las ingles se me incendian como si un fósforo me prendiese, como si las antorchas me quemasen entre flores de olores renacidos.
Amor, qué hermoso es el olor del sexo, el que queda en la piel después de amarse, el olor de follar a campo abierto, bajo las estrellas que pintaste en el tejado, y que sobrevuelan este lado de las sábanas.
Es mi aroma de hembra el que se prende de tus ingles. Hay algo animal en el amor. Un celo, un canto que se inicia con el coño, un deseo más allá de la ternura y que la envuelve.
Abrazo tu cuerpo desnudo, mi Amado, y abrazarte es darte libertad, pues te puedes ir en cuanto quieras. No preciso retenerte. Sé que en ti llevas mi piel y mi mirada. Sé que no hay nadie más que entregarte pueda lo que yo, este alma que suspira por la tuya, esta alma que se funde con tu cuerpo, esta carne que pronuncia tu nombre, que anhela tu polla, que es palabra y palabra cruenta, palabra que es sangre, y amante de tu fuente.
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