Amor, es de noche y la piel me palpita en las estrellas. Me circunscribe la luz y me acompaña en este transitar de vagabunda, cuando sé que te vas y en mí permanece el almizcle de esta tarde.
Se me eleva el deseo, se me convierte en un deliro. En mis alucinaciones te quedas junto a mí y me das el cielo con tus ojos, me das la lluvia en tu mirada, me entregas tu semen en pequeñas hojas verdecidas.
Te me das. Y yo lo sé. Como sé que es preciso desprenderse. Que es preciso abandonar el lecho alguna vez. Que no se puede ser cuerpo desnudo para siempre.
Pero es este mi deseo. Ser desnuda junto a ti. Ser flor eterna. Luz de quiqué. Llama de vela que no consume su furor. El agua de tu boca y de tu esperma.
Amor, lejos no existe. No importa qué aire respiras, ni qué nieve te rodea. No importan las montañas que cruzan sus caminos. No importa nada más que este deseo que atraviesa todos los rincones del mundo para encontrarte, para traerte junto a mí y besar esos labios que me mienten.
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