Amor, no sé dónde están los pájaros. Se fueron y no veo sus contornos, sus andares, las flores en sus picos, las luciérnagas que les acompañaron en su vuelo.
No sé dónde puedo cobijarme. Sin sus nidos, sin sus alas. Dónde puedo guarecerme, si te has ido.
Amor, en esta casa hay unos labios para ti, para tus sueños, los que me contabas al despertar a la mañana, cuando salía el sol entre tus brazos.
Amor, todo es árido sin ti. El verde de los árboles se apaga. El cielo es gris, como la bruma. Los zapatos se me abren, sin tus manos.
La soledad es un preludio del silencio, ése que es hoja derramada, semen intocable.
Amor, encierras en tu nombre la tierra sagrada de los besos, las circunstancias de demora, el luto que abarca la distancia y que nace de la nocturnidad de las aguas, la que porfía en su camino y se desdice de la ablución de la noche, cuando la negrura nos lava intensamente con el caudal del cielo que recibe las profundidades más abrasadoras.
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